martes, 5 de enero de 2016

INTELIGENCIA Y SABIDURIA

Muchas personas confunden la inteligencia con la sabiduría. Pero aunque muchas personas sabias son también inteligentes, no todas las personas inteligentes son sabias.


La sabiduría es la habilidad de una persona para emitir juicios certeros, basados en el conocimiento y la experiencia. Una destreza que ha sido enormemente valorada desde la antigüedad, en todas y cada una de las grandes tradiciones filosóficas y religiosas.

Una persona sabia es un líder natural, al menos en aquello en lo que es especialista, y todos acudimos a pedirle consejo si tenemos un problema. Pero ¿qué distingue exactamente a los sabios?

En 1995, un grupo de investigadores liderado por los psicólogos Paul Baltes yUrsula Staudinger trató de discernir esta cuestión pidiendo a un grupo de reconocidos periodistas que nombraran a las figuras públicas que consideraban sabias.

Tras obtener su lista, los investigadores pidieron a los nominados que les contestaran una serie de preguntas, que tenían como objetivo valorar su sabiduría. Llegaron a la conclusión de que las personas que todos consideramos sabias se distinguen del resto en seis cualidades principales.

Casi 20 años después, el profesor de la Wharton School Adam Grant, destacado investigador en dinámica de organización ha recuperado seis cualidades:
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1. La edad no tiene ninguna relación con la sabiduría.
La sabiduría siempre se ha asociado a la vejez, pero la realidad, asegura Grant, es que el número de experiencias que uno haya tenido en la vida tiene poco que ver con la calidad de éstas. Un joven de 25 años puede haber experimentado muchas más cosas que una persona de 50, y ser más sabio. Según los datos del estudio, entre los 25 años de edad y los 75 la correlación entre edad y sabiduría es inexistente. La sabiduría no surge de la experiencia en sí, sino más bien de la reflexión que hagamos de estas experiencias, y las lecciones que hayamos aprendido de  éstas.

La inteligencia en bruto tampoco parece jugar un papel importante. Según un estudio   del Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano y la Educación, la inteligencia sólo es responsable del 2% de la sabiduría.

Hay mucha gente lista, que trabaja forma rápida y eficaz, pero no es capaz de desarrollar nuevas soluciones a los problemas, ni ofrecer consejos valiosos.

2. Observa el mundo en tonos de grises, no en blanco y negro
Los sabios son especialistas en lo que el experto en estrategia Roger Martín llamaba el pensamiento integrador: La capacidad para mantener dos ideas diametralmente opuestas en sus cabezas, y saber conciliar éstas en cada situación. Immanuel Kant fue claro al respecto: “El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca”.

Una persona sabia, ante una pregunta difícil, jamás contesta con afirmaciones del tipo “es así, porque es así”: sólo ofrece afirmaciones rotundas si sabe argumentar éstas con la suficiente seguridad.

3. Equilibra el interés propio y el bien común
Una habilidad que define a los sabios es la capacidad para mirar más allá de sus deseos personales. Como apuntó el psicólogo Rober Sternberg en su Teoría sobre la sabiduría, “La sabiduría y el egocentrismo son incompatibles. Las personas que han llegado donde están sin tener en cuenta los intereses de otras personas o incluso frustrándolos activamente, no serán vistas como sabias”.
Grant advierte, no obstante, que es igual de peligroso para nuestra salud y productividad ser extremadamente egoístas que ser extremadamente altruistas. Los sabios no creen que el mundo sea un lugar en el que se gane o se pierda: encuentran maneras de beneficiar a los demás que también les beneficien a ellos mismos.  

4. Cuestiona el statu quo
Las personas sabias suelen cuestionar las normas. Son rebeldes por naturaleza. No en vano, la sabiduría implica estar siempre abierto a la crítica y no aceptar las cosas como son sólo porque “siempre han sido así”. Los sabios buscan siempre una manera mejor de hacer las cosas.

5. Trata de comprender en lugar de juzgar
Por defecto, todos tenemos prejuicios. Valoramos con rapidez las acciones de los que nos rodean para poder meterlos en sencillas categorías de “bueno” y “malo”. Esto es así porque tenemos que formarnos una opinión sobre las personas con rapidez, y también es algo que hacen las personas sabias, pero, a diferencia del resto, los sabios son capaces de elaborar este juicio primerizo teniendo en cuenta más variables, y lo cambian en cuanto es necesario.

Se comportan más como detectives que como miembros de un jurado: tratan de comprender qué lleva a las personas a hacer lo que hacen, en vez de juzgarles con severidad teniendo en cuenta sólo lo que han hecho.

6. Mantén tus objetivos por encima del placer
En otro estudio el equipo de Baltes descubrió que las personas sabias no son más felices que sus compañeros, quizás porque la sabiduría requiere un pensamiento crítico y a largo plazo que no proporciona una satisfacción inmediata. Pero, aunque las personas sabias no son necesariamente más felices que el resto, tienen una enorme ventaja: un claro sentido e intenso de la vida.



Fuente Miguel Ayuso. El confidencial.

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