Muchas personas confunden la inteligencia con la sabiduría. Pero aunque
muchas personas sabias son también inteligentes, no todas las personas
inteligentes son sabias.
La sabiduría es la habilidad de una persona
para emitir juicios certeros, basados en el conocimiento y la experiencia. Una destreza que ha sido enormemente
valorada desde la antigüedad, en todas y cada una de las grandes tradiciones
filosóficas y religiosas.
Una persona sabia es
un líder natural, al menos en aquello en lo que es especialista, y todos
acudimos a pedirle consejo si tenemos un problema. Pero ¿qué distingue
exactamente a los sabios?
En 1995, un grupo de
investigadores liderado por los psicólogos Paul Baltes yUrsula Staudinger trató de discernir esta cuestión
pidiendo a un grupo de reconocidos periodistas que nombraran a las figuras
públicas que consideraban sabias.
Tras obtener su lista,
los investigadores pidieron a los nominados que les contestaran una serie de
preguntas, que tenían como objetivo valorar su sabiduría. Llegaron a la
conclusión de que las personas que
todos consideramos sabias se distinguen del resto en seis cualidades
principales.
Casi 20 años después,
el profesor de la
Wharton School Adam Grant,
destacado investigador en dinámica de organización ha recuperado seis
cualidades:
.
1. La edad no tiene ninguna
relación con la sabiduría.
La sabiduría siempre
se ha asociado a la vejez, pero la realidad, asegura Grant, es que el número de experiencias que uno
haya tenido en la vida tiene poco que ver con la calidad de éstas.
Un joven de 25 años puede haber experimentado muchas más cosas que una persona
de 50, y ser más sabio. Según los datos del estudio, entre los 25 años de edad
y los 75 la correlación entre edad y sabiduría es inexistente. La sabiduría no surge de la experiencia en
sí, sino más bien de la reflexión que hagamos de estas experiencias, y las
lecciones que hayamos aprendido de éstas.
La inteligencia en
bruto tampoco parece jugar un papel importante. Según un estudio del Instituto Max Planck para el
Desarrollo Humano y la
Educación , la inteligencia sólo
es responsable del 2% de la sabiduría.
Hay mucha gente lista,
que trabaja forma rápida y eficaz, pero no es capaz de desarrollar nuevas
soluciones a los problemas, ni ofrecer consejos valiosos.
2. Observa el mundo en tonos de
grises, no en blanco y negro
Los sabios son
especialistas en lo que el experto en estrategia Roger Martín llamaba
el pensamiento integrador: La capacidad para mantener dos ideas diametralmente
opuestas en sus cabezas, y saber conciliar éstas en cada situación. Immanuel Kant fue claro al respecto: “El sabio puede cambiar de opinión.
El necio, nunca”.
Una persona sabia,
ante una pregunta difícil, jamás contesta con afirmaciones del tipo “es así,
porque es así”: sólo ofrece afirmaciones rotundas si sabe argumentar éstas con
la suficiente seguridad.
3. Equilibra el interés propio
y el bien común
Una habilidad que
define a los sabios es la capacidad para mirar más allá de sus deseos
personales. Como apuntó el psicólogo Rober Sternberg en
su Teoría sobre la sabiduría, “La sabiduría y el egocentrismo son incompatibles. Las personas que han llegado donde
están sin tener en cuenta los intereses de otras personas o incluso
frustrándolos activamente, no serán vistas como sabias”.
Grant
advierte, no obstante, que es igual de peligroso para nuestra salud y
productividad ser extremadamente egoístas que ser extremadamente altruistas. Los sabios no creen
que el mundo sea un lugar en el que se gane o se pierda: encuentran maneras de
beneficiar a los demás que también les beneficien a ellos mismos.
4. Cuestiona el statu quo
Las personas sabias suelen
cuestionar las normas. Son rebeldes por naturaleza. No en vano, la sabiduría implica estar
siempre abierto a la crítica y
no aceptar las cosas como son sólo porque “siempre han sido así”. Los sabios
buscan siempre una manera mejor de hacer las cosas.
5. Trata de comprender en lugar
de juzgar
Por defecto, todos
tenemos prejuicios. Valoramos con rapidez las acciones de los que nos rodean
para poder meterlos en sencillas categorías de “bueno” y “malo”. Esto es así
porque tenemos que formarnos una opinión sobre las personas con rapidez, y
también es algo que hacen las personas sabias, pero, a diferencia del resto, los sabios son capaces de
elaborar este juicio primerizo teniendo en cuenta más variables, y lo cambian en cuanto es
necesario.
Se comportan más como detectives que como miembros de un jurado: tratan de comprender
qué lleva a las personas a hacer lo que hacen, en vez de juzgarles con
severidad teniendo en cuenta sólo lo que han hecho.
6. Mantén tus objetivos por
encima del placer
En otro estudio el equipo de Baltes
descubrió que las personas sabias
no son más felices que sus compañeros, quizás porque la
sabiduría requiere un pensamiento crítico y a largo plazo que no proporciona
una satisfacción inmediata. Pero, aunque las personas sabias no son
necesariamente más felices que el resto, tienen una enorme ventaja: un claro
sentido e intenso de la vida.
Fuente Miguel
Ayuso. El confidencial.
Nva AvanCe
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