domingo, 28 de diciembre de 2014

LA REVOLUCIÓN HUMANA

La vida consiste en expresar y desarrollar nuestra individualidad en el mayor grado posible y lograr la autorrealización. Este proceso es para mí lo que llamo la “revolución humana”.



Existen muchas clases de revoluciones: políticas, económicas, industriales, científicas, artísticas y de otra índole. Pero, por mucho que cambien los factores externos, nunca se logrará una verdadera transformación del mundo mientras el egoísmo y la apatía sigan dominando a los seres humanos. Dijo John F. Kennedy en 1963: “Nuestros problemas son causados por el hombre, por lo tanto, pueden ser resueltos por él. Y el hombre puede ser tan grande como él quiera”.

El profundo cambio interior de tan solo una persona es suficiente para poner en marcha el proceso de fortalecer a la humanidad y de hacer surgir su sabiduría. Tengo la profunda certeza de que esta “revolución humana” es la más fundamental y vital de todas las revoluciones. Comprende un proceso de reforma interior, absolutamente pacífico, y libre de derramamiento de sangre, en el que todos ganan, y no hay víctimas.

La vida es una lucha continua con nosotros mismos, una intensa puja entre avanzar y retroceder, entre la felicidad y la desdicha. Si bien vivimos en un estado de cambio constante, el tema crucial es si cambiamos para bien o para mal, si logramos expandir nuestra estrechez de miras y asumir una visión más amplia y abarcadora, que trascienda nuestro proverbial egocentrismo.

Todos los días nos vemos obligados a tomar un sinfín de decisiones. En tales circunstancias, tenemos que elegir aquel camino que nos permita sentirnos bien con nosotros mismos y convertirnos en mejores individuos, de espíritu más generoso. Si nos dejamos gobernar por la fuerza del hábito, es decir, si reaccionamos de la manera en que siempre lo hemos hecho ante una determinada situación, significa que hemos elegido el camino del menor esfuerzo, y que nuestro crecimiento como personas se estanca irremediablemente.

Pero si logramos desafiarnos en lo más profundo de nuestro ser, ya no seremos como hojas al viento, a merced del ambiente o de los demás, sino individuos fuertes, capaces de influenciar positivamente nuestro entorno. En realidad, es mediante las infinitas elecciones que hacemos cada día como vamos confiriéndole a nuestra vida su forma única.

La personalidad y el carácter nunca llegan a florecer completamente sin un trabajo arduo. Creo que es un error pensar que lo que somos actualmente es en realidad todo lo que podemos llegar a ser. Si uno decide: “Soy una persona tranquila, de manera que viviré mi vida sosegadamente”, nunca podrá desarrollar a fondo su potencial único. De hecho, no es necesario cambiar el carácter para lograrlo; uno puede ser por naturaleza una persona de pocas palabras que sea capaz de decir lo correcto en el momento preciso, con verdadera convicción. De la misma forma, una inclinación hacia la impaciencia podría transformarse, por ejemplo, en una cualidad útil para lograr que las cosas se hagan rápida y eficientemente.

Pero nada es más difícil que enfrentarse con uno mismo y transformar los aspectos negativos. Siempre resulta tentador decidir: “Yo soy así y punto”. Esa clase de tendencia, si no se la combate a tiempo, va cobrando fuerza con los años.

Estoy seguro de que vale la pena esforzarse en ese sentido, pues nada produce una satisfacción más profunda que lidiar exitosamente con las propias debilidades. Como manifestó el escritor ruso León Tolstoi (1828-1910): “La felicidad suprema es encontrar que, al final del año, uno es mejor persona de lo que era al comienzo”.

La revolución humana no es un evento extraordinario, ni separado de nuestra vida diaria. A menudo comienza de manera muy sencilla. Tomemos el ejemplo de un hombre que solo piensa en sí mismo, su familia y sus amigos. De pronto un día, hace un pequeño movimiento para romper su estrecho límite, y se acerca a ayudar a un vecino que sufre. Ese es el comienzo de su revolución humana.

De hecho, no podemos emprender un proceso así al margen de los demás. Solo mediante nuestra interacción con otros seres humanos pulimos nuestra vida y crecemos como personas. En el Japón, las papas taros (yautía), que crecen en las montañas, son ásperas y sucias cuando se las recoge; pero al colocarlas en un cubo con agua corriente y hacerlas rodar unas contra otras, van soltando esa piel áspera hasta quedar relucientes y listas para la cocción. La única manera de perfeccionar y pulir nuestro carácter es a través de la relación que establecemos con nuestros congéneres.

Cuando realizamos acciones en bien de los demás y cultivamos vínculos positivos con ellos, adquirimos un mayor control sobre nosotros mismos y mejoramos en todo sentido. Pero ese esfuerzo de contribuir a la felicidad de otros no implica que debamos postergarnos en lo personal o dejar a un lado nuestra propia felicidad. La dicha y el bienestar que vamos generando como individuos y los fuertes lazos que forjamos unos con otros serán el origen, a su vez, de la dicha y el bienestar de toda la humanidad.

Transformar nuestra existencia en el nivel más fundamental es la clave para transformar a su vez la sociedad. Una profunda reforma de nuestra visión interior produce grandes cambios en nuestra vida, en otras personas y en toda la comunidad.

Creo firmemente que la gran revolución humana de tan solo un individuo puede contribuir a lograr un cambio en el destino de una nación y más aun, en el de toda la humanidad La vida del Mahatma Gandhi (1869-1948) no hace sino confirmar este punto. De niño, él era terriblemente tímido. Siempre lo asaltaba el temor de que la gente lo ridiculizara. Aun después de obtener su título de abogado, seguía siendo una persona retraída. Cuando, en ocasión de su primer desempeño en la corte de justicia, se puso de pie para presentar los argumentos de apertura, su mente se puso en blanco a causa de los nervios, y tuvo que abandonar la audiencia. Pero un cambio fundamental ocurrió mientras se encontraba en Sudáfrica, donde los residentes hindúes enfrentaban una severa discriminación. Gandhi viajaba en tren, en primera clase, cuando se le ordenó retirarse al vagón de carga. Como se negó a hacerlo, finalmente lo obligaron a bajar del tren. Permaneció despierto toda la noche en la estación del lugar, debatiéndose entre la opción de regresar a la India o la de asumir la difícil tarea de luchar por los derechos humanos. Finalmente comprendió que sería un acto de cobardía ceder ante sus temores e ignorar las necesidades de quienes tenían que soportar la misma discriminación que él sufría.

A partir de ese momento, Gandhi confrontó de lleno su naturaleza tímida y la sometió a prueba, decidido a vencer la injusticia. Su transformación interna fue la chispa que originó uno de los avances más grandes del siglo XX: el movimiento para el cambio social mediante la práctica de la no violencia.

Cada persona, sin excepción, posee un enorme potencial que permanece en gran medida inexplorado. Mediante la ardua labor que significa emprender la propia revolución humana, uno comienza a revelar ese potencial y a establecer un yo independiente, indoblegable. Puede así manejar de manera creativa cualquier situación que deba enfrentar en el transcurso de su existencia. Ese proceso perpetuo nos permite a los seres humanos seguir creciendo y desarrollándonos a lo largo de la vida e incluso más allá de la vida. No hay estancamiento posible en nuestra travesía eterna de autorrealización.



Autor: Daisaku Ikeda publicado en 1998, en la revista de Filipinas Mirror.

NVA

lunes, 22 de diciembre de 2014

LAS CASUALIDADES NO EXISTEN

No somos marionetas en manos del azar. La vida no es un accidente regido por la suerte ni las coincidencias. Por más que nos cueste creerlo, recogemos lo que sembramos. Veamos la vida como un continuo aprendizaje.


Formamos parte de una sociedad materialista, desencantada del mundo en el que vivimos. Por eso, en general solemos creer que nuestra vida es un accidente regido por la suerte y las coincidencias. Es decir, que no importan nuestras decisiones y nuestras acciones, pues en última instancia las cosas pasan por "casualidad". Esta visión nos convierte en meras marionetas en manos del azar.

En paralelo, muchos individuos se han vuelto "nihilistas". No es que no crean en nada. Simplemente niegan cualquier significado o finalidad trascendente de la existencia humana. De ahí que orientan su  vida a saciar su propio interés.

Pero ¿realmente la vida es un accidente que se rige de forma aleatoria? ¿Estamos aquí para trabajar, consumir y divertirnos? ¿Acaso no hay una finalidad más trascendente? Lo irónico es que la existencia de estas creencias limitadoras ponen de manifiesto que todo lo que existe tiene un propósito, por más que muchas veces no sepamos descifrarlo. No en vano creer que no tenemos ningún tipo de control sobre nuestra vida refuerza nuestro victimismo. Y pensar que la existencia carece por completo de sentido justifica nuestra tendencia a huir constantemente de nosotros mismos.



"Según la ley de la sincronicidad, lo que nos ocurre, bueno o malo, está ahí para que aprendamos algo acerca de nosotros mismos"

Es decir, que incluso estas creencias no están ahí por casualidad, sino que cumplen la función de evitar que nos enfrentemos a nuestros dos mayores temores: el "miedo a la libertad" y el "miedo al vacío". Mientras sigamos creyendo que nuestra propia vida no depende de nosotros, podremos seguir eludiendo cualquier tipo de responsabilidad. Y mientras sigamos pensando que todo esto no es más que un accidente, podremos seguir marginando cualquier posibilidad de encontrar la respuesta a la pregunta ¿para qué vivimos?


Del por que al para qué


"El caos es el orden que todavía no comprendemos"(Gregory Norris-Cervetto)

Cegados por nuestro egocentrismo, solemos preguntarnos por qué nos pasan las cosas, en lugar de reflexionar acerca de para qué nos han ocurrido. Preguntarnos por qué es completamente inútil. Fomenta que veamos la situación como un problema y nos lleva a adoptar el papel de víctima y sentirnos impotentes.

Por el contrario, preguntarnos para qué nos permite ver esa misma situación como una oportunidad. Y esta percepción lleva a entrenar el músculo de la responsabilidad. Una actitud mucho más eficiente y constructiva. Favorece que empecemos a intuir la oportunidad de aprendizaje subyacente a cualquier experiencia, sea la que sea. Esto es precisamente de lo que trata la "física cuántica". En líneas generales, establece que "la realidad es un campo de potenciales posibilidades infinitas". Sin embargo, "solo se materializan aquellas que son contempladas y aceptadas". Es decir, que ahora mismo, en este preciso instante, nuestras circunstancias actuales son el resultado de la manera en la que hemos venido pensando y actuando a lo largo de nuestra vida.

Si hemos venido creyendo que estamos aquí para tener un empleo monótono que nos permita pagar nuestros costes de vida, eso es precisamente lo que habremos co-creado con nuestros pensamientos, decisiones y comportamientos. Por el contrario, si cambiamos nuestra manera de pensar y de actuar, tenemos la opción de modificar el rumbo de nuestra existencia, cosechando otros resultados diferentes. El simple hecho de creer que es posible representa el primer paso.

La teoría del caos.


"El aleteo de una mariposa puede provocar un 'tsunami' al otro lado del mundo" (proverbio chino)

Lo mismo nos sugiere "la teoría del caos". Por medio de complicados e ingeniosos cálculos matemáticos "permite deducir el orden subyacente que ocultan fenómenos aparentemente aleatorios". Dentro de estas investigaciones, destaca "el efecto mariposa". Para comprenderlo, un ejemplo: imaginemos que un chico se va un año fuera de su ciudad para estudiar un máster en el extranjero. Y que al regresar a casa entra a trabajar de becario en una empresa. Allí aparece una nueva becaria, a quien sientan a su lado. Nada más verse, los dos jóvenes se enamoran. Y seis años más tarde se casan, forman una familia y viven juntos para siempre.

En este ejemplo, "el efecto mariposa" estudiaría la red causal de acontecimientos que hicieron posible que el chico coincidiera con la chica en un lugar físico determinado en un momento psicológico oportuno. Al observar su historia detenidamente, comprobamos que el joven decidió estudiar un máster a raíz de la separación con su exnovia, a quien conoció años atrás en una discoteca. Remontándonos a esa noche de fiesta, destaca que el chico decidió salir con sus amigos tras perder una apuesta. Es decir, si no hubiera perdido la apuesta no habría ido a aquella discoteca y, en consecuencia, no habría conocido a su exnovia. Y si esta no lo hubiera dejado, no habría estudiado el máster, que es lo que le permitió entrar a trabajar de becario. Y fue precisamente este empleo el que le posibilitó conocer y enamorarse de la mujer con la que pasaría el resto de su vida. Perder una simple apuesta le llevó a ganar un amor eterno.

La ley de la Sincronicidad.


"Lo que no hacemos consciente se manifiesta en nuestra vida como destino" (Carl Jung)

Nuestra existencia no está gobernada por la suerte ni el azar, sino por "la ley de la sincronicidad". Esta determina que "todo lo que ocurre tiene un propósito". Pero como todo lo verdaderamente importante, no podemos verlo con los ojos ni entenderlo con la mente. Esta invisible red de conexiones tan solo puede intuirse y comprenderse con el corazón.

La ley de la sincronicidad significa que "aunque a veces nos ocurren cosas que aparentemente no tienen nada que ver con las decisiones y las acciones que hemos tomamos en nuestro día a día, estas cosas están ahí para que aprendamos algo acerca de nosotros mismos, de nuestra manera de disfrutar la vida".

De ahí que mientras sigamos resistiéndonos a ver la vida como un aprendizaje, seguiremos sufriendo por no aceptar las circunstancias que hemos co-creado con nuestros pensamientos, decisiones y acciones. No existen las coincidencias. Tan solo la ilusión de que existen las coincidencias. De hecho, "la ley de la sincronicidad" también ha descubierto que "nuestro sistema de creencias y, por ende, nuestra manera de pensar determinan en última instancia no solo nuestra identidad, sino también nuestras circunstancias".

Por ejemplo, que si somos personas inseguras y miedosas, atraeremos a nuestra vida situaciones inciertas que nos permitan entrenar los músculos de la confianza y la valentía. Así, los sucesos externos que forman parte de nuestra existencia suelen ser un reflejo de nuestros procesos emocionales internos. De ahí la importancia de conocernos a nosotros mismos.

La ley del Karma

Si bien la "física cuántica", "la teoría del caos", el "efecto mariposa" y "la teoría de la sincronicidad" son descubrimientos científicos llevados a cabo en Occidente a lo largo del siglo XX, lo cierto es que no tienen nada de nuevo. En Oriente se llegó a esta misma conclusión alrededor del siglo V antes de Cristo. Según los historiadores, por aquel entonces se popularizó "la ley del karma", también conocida como "la ley de causa y efecto".

La ley del karma afirma, en esencia, que "todo lo que pensamos, decimos y hacemos tiene consecuencias". De ahí que en el caso de que cometamos errores, obtengamos resultados de malestar que nos permitan darnos cuenta de que hemos errado, pudiendo así aprender y evolucionar. Y en paralelo, en el caso de que cometamos aciertos, cosechemos efectos de bienestar que nos permitan verificar que estamos viviendo con comprensión, discernimiento y sabiduría.

Esta es la razón por la que los sucesos que componen nuestra existencia no están regidos por la "casualidad", sino por la "causalidad". Según "la ley del karma", cada uno de nosotros "recibe lo que da", lo que elimina toda posibilidad de caer en las garras del inútil y peligroso victimismo.



Autor: Borja Vilaseca

NVA

domingo, 21 de diciembre de 2014

TÉCNICAS PARA NO PENSAR DEMASIADO

¿Piensas demasiado? ¿Tu cerebro va por libre y te cuesta controlar tus procesos mentales?

Si queremos Vivir el Presente  e impedir que nuestro cerebro nos interrumpa constantemente con pensamientos intrusivos, para así concentrarnos mejor y disfrutar más, tenemos que meter en vereda los procesos mentales que nos distraen del momento actual, y nos llevan a lamentarnos del pasado o a preocuparnos por el futuro.

Hay formas muy efectivas de gestionar nuestros procesos mentales: a medio/largo plazo podemos tranquilizar la mente ejercitando la Meditación, o atacar la raíz del problema  modificando nuestros procesos mentales mediante la PNL o la Hipnosis.



Pero muchas veces no tienes la oportunidad. Los pensamientos indómitos no esperan a que estés a punto de realizar una sesión de Meditación, PNL o Hipnosis.


Estos pensamientos ninja te asaltan cuando estás conduciendo, en mitad de la calle, en la oficina, a la hora de comer… Te atacan de repente y te hacen sentir mal en momentos y situaciones en las que no les puedes dedicar un tiempo y una atención específicas para reconducirlos.


En estos momentos son útiles las técnicas para dejar de pensar demasiado que presento a continuación.


En general son técnicas que puedes aplicar rápidamente, sin necesidad de estar en una situación determinada, sin otras personas y sin utilizar ningún objeto específico.
Sí es útil una quietud física, es decir, que no te estés moviendo cuando realizas estas técnicas. No es imprescindible y con la práctica también te pueden funcionar en movimiento, pero la quietud te ayuda a concentrar la atención en los sentidos.

 

1 – Mira a un punto fijo


Fija tu atención en un pequeño punto fijo, aproximadamente a la altura de tus ojos, justo delante de ti – es importante que tus ojos miren al frente -, y que no esté demasiado cerca (mínimo unos 50 cms)

Ahora intenta traerte una imagen mental, sin desviar la mirada del punto fijo.

¿A que te cuesta más esfuerzo?

Esto está basado en la PNL. Cuando tu cerebro accede a imágenes, sonidos o sensaciones de tu memoria, tus ojos se mueven hacia diferentes posiciones (accesos oculares). Pero también funciona al revés: bloqueando tus accesos oculares, bloqueas que el cerebro acceda a esas imágenes, sonidos o sensaciones de tu memoria.

Realmente no lo estás impidiendo 100%, puedes – sólo si quieres y haces el esfuerzo – acceder a tu memoria aunque estés mirando a un punto fijo. Pero ya cuesta bastante más trabajo, y cuando haces esta técnica el cerebro deja de traerse recuerdos de forma espontánea.

2 – Concéntrate en tu respiración


Pon tu atención en la sensación física del aire entrando y saliendo por tu nariz. Intenta captar cada uno de los matices de esta sensación física.

Poco a poco tu cerebro irá centrándose en lo corporal e irá calmando la generación espontánea de imágenes y sensaciones en tu mente.

Este es el funcionamiento de la Meditación de Atención Plena, pero nada te impide hacerlo en cualquier otro momento, aunque no estés meditando específicamente, ni sean el lugar ni el momento apropiado para ello.

A mí ésta me es muy útil en la oficina: si estás delante del ordenador o en una reunión, resulta muy fácil y discreto concentrarte en tu propia respiración para tranquilizar la mente.

Cualquier otra percepción física serviría, como por ejemplo ser consciente del tacto de tu ropa, o de los latidos de tu corazón. O también una referencia externa, como el tic tac de un reloj. Aunque la respiración es la más fácil y cómoda.

3 – Pronuncia internamente tu discurso


Consiste en pronunciar internamente aquello que vas a decir a continuación.
Esta técnica es especialmente útil en esos momentos en los que estás hablando y a tu mente acuden muchas ideas (normalmente en forma de imágenes) que quieres expresar. Pero como tu mente va más rápido que tu voz, te aturullas y tu conversación sale a borbotones, rápida e inconexa.
Si antes de hablar pronuncias mentalmente (escuchando el sonido en tu mente, pero sin decirlo con tu boca) las palabras que vas a decir, tu cerebro se centran en el sonido de las palabras, ralentiza su actividad y prepara mentalmente aquello que vas a decir.
Por un lado tu cerebro se tranquiliza, y tiene la ventaja añadida de que tu voz sonará más pausada y elegante. Es una técnica útil para hablar en público.

4 – Escanea y focalízate en los detalles visuales


Consiste en realizar un barrido visual moviendo la cabeza de un lado a otro, pero en lugar de mirar con visión periférica, centrarte en determinados detalles específicos.

El objetivo es fijar la atención en determinados puntos concretos del barrido visual.

Por ejemplo yo giro la cabeza de izquierda a derecha en mi despacho y me fijo: en el título de uno de los libros de la estantería, en el tirador del estor de mi ventana, en la bombilla de una lámpara, en una pincelada blanca de un cuadro que cuelga de la pared, en un rotulador que tengo sobre la mesa y en el pomo de la puerta.

Este proceso le manda al cerebro un mensaje de “alerta”, tu mente considera que lo que hay ahora mismo en tu entorno es importante, por lo que deja de traerse recuerdos y fantasías para volver al momento presente.

Esto es el Anclaje de Alerta de Robert Dilts, uno de los 5 anclajes del Estado COACH que explica en su seminario de Coaching Generativo. Es muy práctico y además sirve para espabilarte si tienes algo de sueño.


5 – Localiza la posición de los sonidos


Consiste en concentrarte en determinar la posición en el espacio de los sonidos que estás oyendo en un momento determinado. Este sonido que oigo, está a mi derecha, bastante cerca, este otro está detrás mío y a la izquierda, a varios metros de mí.

La ubicación espacial de los sonidos te trae de vuelta al momento presente. Es similar a la focalización en detalles visuales, sólo que utilizando la percepción auditiva en lugar de la visual.

Para esta técnica es útil que haya al menos dos o tres sonidos diferentes, en distintas posiciones que puedas localizar.

Ésta es la más práctica y natural cuando estás andando por la calle, o estás en compañía de gente, con amigos tomándote algo, en un día ajetreado en el trabajo, etc.

Por ejemplo estás por la calle y escuchas un coche tocando el claxon, una madre llamando a su hijo y una persona a la que le suena el móvil. Si conscientemente te dedicas a ubicar espacialmente estos sonidos, tu cerebro entra en el modo de centrarse en el aquí y el ahora.



6 – Focalización a través de todos los canales


Esta técnica consiste en concentrarte, utilizando los distintos sentidos simultáneamente, en aquello que estás haciendo en el momento actual.

Hay un ejemplo muy típico que nos sucede a menudo a las personas que pensamos demasiado: hacemos algo y después no nos acordamos si lo hemos hecho o no. ¿He cerrado con llave? ¿En qué plaza del centro comercial he aparcado el coche? ¿He echado protector solar en la maleta?

Como tu cerebro funciona a tope de revoluciones, si estás haciendo algo mecánico, tu mente aprovecha para traerte cosas que considera más importantes, por lo que aquello que estabas haciendo lo terminas de forma automática y no lo registras, con lo que después no te acuerdas de si lo habías hecho o no.

Para la mayoría de tareas rutinarias esto no es un problema: no te va a pasar nada porque un día suelto se te olvide lavarte los dientes, o te dejes en casa la tarjeta de acceso a la oficina.

Lo que sucede es que hay tareas mecánicas que son importantes y si se te escapan pueden suponer un problema. En el parking de mi trabajo a un compañero se le olvidó un día echar el freno de mano con las prisas, se le resbaló el coche y le dio al coche de otro compañero. Y, ¿quién no se ha dejado alguna vez las luces puestas y ha agotado la batería? No es que sea el fin del mundo, pero ya son unos incordios que convendría evitar.

Pero incluso aunque lo hayamos hecho, si no nos acordamos de haberlo hecho, nuestro cerebro nos va a traer durante un buen raro el run-run de si realmente lo hemos hecho o no, lo cual es ligeramente molesto. Es otra forma de pensar demasiado.

Una solución típica es comprobar varias veces si lo has hecho o no, pero no es práctico porque pierdes el tiempo y además desde fuera parece un trastorno obsesivo-compulsivo.

Además es un parche para el problema: no es que no sepas o se te olvide echar el freno de mano del coche, es que cuando lo has hecho tu cerebro estaba a otra cosa y, como no prestó atención, ahora no se acuerda.

Lo que hay que hacer es orientar al cerebro a focalizarse en esas tareas triviales pero importantes, y eso se  hace orientando todos los canales de percepción a la tarea.

Estos serían:  Visual, auditivo, kinestésico y diálogo interno.

Por ejemplo salgo de mi casa y quiero cerrar la puerta con llave. Es una tarea rutinaria, mecánica – no hay que pensar – con lo que es perfecta para que la mente se ponga a pensar en sus cosas. Pero es una tarea importante, ¡no estaría bien que me dejase la puerta abierta! Equivocarme me podría traer problemas.


Así que dirijo el canal visual fijando mi vista en la llave y la cerradura. Dirijo el canal auditivo escuchando el sonido de la llave girando dentro de la cerradura. Dirijo el canal kinestésico fijándome en la sensación del tacto del metal de la llave en mis dedos. Dirijo el canal de diálogo interno diciéndome a mí mismo “Cerrado”.

¡Ya está! Tardamos lo mismo que en cerrar la puerta sin pensar, sólo que focalizando nuestra atención, con lo que nuestro cerebro lo tiene presente y lo recuerda.

Esta técnica es útil para acciones simples, si la acción es mecánica pero más complicada, como puede ser hacer el equipaje, te recomiendo utilizar una Checklist o lista.

7 – Visualiza la realidad


Ésta es la más compleja, aunque merece la pena aprenderla porque en mi opinión es muy potente. Te será más fácil aplicarla si has practicado alguna disciplina que incluya visualizaciones como la PNL o el Método Silva.

Lo primero que tienes que hacer es darte cuenta de que puedes “ver” dos cosas a la vez: lo que estás viendo con tus ojos y lo que estás “proyectando” dentro de tu cabeza.

Por ejemplo mientras estás leyendo estas líneas puedes visualizar – sin cerrar los ojos -, digamos, un triángulo amarillo. Eres capaz de “ver” a la vez por tus ojos y en tu “pantalla mental”.

De hecho, esta es una de las molestias más frecuentes de la gente que pensamos demasiado: que nos vienen espontáneamente imágenes como un recubrimiento, como una especie de diapositiva transparente sobre nuestra visión real. Las imágenes mentales se superponen a la realidad, nos distraen del presente y nos pueden causar angustia o sufrimiento.

Ahora bien, nosotros sí tenemos la capacidad de controlar lo que ponemos en nuestra “pantalla mental”. Como ejercicio, intenta visualizar en tu pantalla mental – sin cerrar los ojos – primero el triángulo amarillo, y después un círculo azul.
  
Bien, hasta aquí la visualización mental. Haz esto varias veces hasta que puedas, con más o menos soltura, visualizar imágenes arbitrarias en tu pantalla mental. Es decir, que puedas colocar en tu pantalla mental lo que te apetezca, independientemente de lo que estés viendo con tus ojos.


Técnica: Visualiza en tu pantalla mental lo mismo que estás viendo con tus ojos.


Es decir, con el mismo proceso que utilizas para colocar en tu pantalla mental imágenes arbitrarias, creando una especie de “superposición” entre tu visión y tu imagen mental, coloca una imagen exacta de lo que estás viendo con tus ojos en este momento.

Si te cuesta visualizarlo, puedes cerrar los ojos e intentar recordar la imagen de lo que justamente acabas de ver. Manteniendo esa imagen en la pantalla mental, abre los ojos.

En ese preciso momento tu visión real y tu visión mental están alineadas. La sensación resultante podría describirse como “mirar intensamente”.

En este momento estás necesariamente en el presente, y dejas de pensar en otras cosas.

Nuevamente la quietud ayuda, es más fácil si te concentras en mirar a algo estático, pero con práctica también lo podrás hacer mirando cosas que estén en movimiento.

Conclusión


Hemos visto 7 técnicas diferentes para detener el tren de pensamientos, los procesos mentales incontrolados, para tranquilizar nuestra mente y acceder a un estado mental de calma.

Como podrás ver, todas consisten en prestar atención a tus sentidos, hay tres técnicas visuales (1, 4 y 7), dos auditivas (3 y 5), una kinestésica (2) y una que utiliza todos los canales a la vez (6). Dependiendo de qué sentido favorezcas te resultarán más útiles unas u otras.

Están ordenadas de más simple a más compleja. Pruébalas, utiliza las que te funcionen y descarta las que no. Poco a poco irás siendo capaz de parar tus procesos mentales no deseados e irás dejando de pensar demasiado.




 
Imágenes: Thinking… , Owl, Key, what a cliche

http://www.exito-personal.com/7-tecnicas-para-dejar-de-pensar-demasiado/
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jueves, 18 de diciembre de 2014

OÍR VS ESCUCHAR

Oír es pasivo, en nuestro ambiente hay muchos sonidos pero no logramos integrarlos. Sin embargo escuchar es integrar, requiere la motivación para poner atención para enfocar el oído captando selectivamente ciertos sonidos, y enmascarando los sonidos o ruidos que no nos interesan. Escuchar nos permite relacionar con el mundo, y percibir cómo el mundo se relaciona con nosotros. Es un proceso continuo que moldea nuestras conexiones con nosotros mismos, con las demás personas, y con el aprendizaje.



Escuchar implica muchas funciones. En la escucha participa todo el cuerpo: la postura de escucha involucra gran parte de los músculos del cuerpo y la voz se modifica enriqueciéndose y haciéndose más nutridora para sí mismo y para quienes lo escuchan. Otra función importante del oído es: ser una dinamo de carga para la cabeza cerebral. El oído es proveedor de la energía vital para todas nuestras actividades e incluso para aumentar nuestro estado de conciencia.

Una gran variedad de disfunciones de aprendizaje y de comunicación tienen un componente relacionado con una escucha afectada por tensiones que pueden variar desde problemas durante la etapa prenatal hasta situaciones de salud como otitis media recurrente en los primeros años de vida. 
En situaciones de estrés, la mayoría de los adultos estamos cada vez más cansados, toleramos menos el ruido y no tenemos la motivación de poner atención, ni de hablar, ni de cantar, entrando en un estado de privación sensorial y de tensión. Un cambio muy efectivo para corregirla es a través de estimulación sensorial por vía auditiva, en un programa integral. 

El oído es el primero de nuestros sentidos en desarrollarse completamente, tiene un papel primordial de estimulación sensorial en la ontogenésis del cerebro y del sistema nervioso durante la etapa prenatal. El escuchar es vital durante todas las etapas del desarrollo, la infancia, los años escolares, la vida adulta y la tercera edad. Precisamente porque el escuchar es tan básico, una distorsión puede afectar a tantas áreas de importancia en la vida humana. Afortunadamente a través de la Terapia Auditiva es posible mejorar la escucha, lo que permite al individuo realizar más ampliamente su potencial humano. 

"Oír es una acción pasiva que se ubica dentro del territorio de la sensación, mientras que escuchar es un proceso activo que se ubica dentro del territorio de la percepción. Los dos son totalmente diferentes. Oír es esencialmente pasivo; el escuchar requiere adaptación voluntaria. Cuando el oír da paso a escuchar, la conciencia de uno se aumenta, la voluntad se activa y todos los aspectos de nuestro ser se involucran al misrno tiempo. La concentración y la memoria, nuestra inmensa memoria, son testimonios de nuestra habilidad de escuchar". – 
Alfred A. Tomatis, 1987.


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