Es difícil encontrar a alguien que no
conozca de cerca el sufrimiento, ya sea porque caiga en él en determinadas
ocasiones o etapas de su vida o porque viva sumida en el dolor de una manera
permanente. Y lo sorprendente es que uno mismo es, sin saberlo, quien engendra
y alimenta dentro de sí el sufrimiento.
En el dolor, en esa vivencia a flor de piel
de nuestra propia realidad, vemos con claridad que en nuestra vida algo no va
bien, e intuimos que existe otra manera de vivir por completo diferente, en la
que el dolor psicológico no existe. Y cuando llegamos a este punto nos damos
cuenta de que nos falta determinado conocimiento para hacer realidad esa
vida que entrevemos nueva y diferente.
Qué significa vida interior.
Con "vida interior", las
personas entienden cosas muy diversas. Para muchos, vida interior consiste en:
1. Lograr
cierta tranquilidad interna, en aislarse de los problemas y complicaciones del
mundo exterior, en alcanzar cierta fuerza, equilibrio, etc.
Es decir, para muchos, la vida interior
viene a ser como una especie de guion para conseguir un mayor equilibrio de su
personalidad, y nada más.
Para otros, vida interior significa:
2. Cultivar
una calidad en el pensar o en el sentir, calidad que luego se manifestará en su
vida profesional o social, proporcionándoles una mayor intuición o una mayor
inspiración, etc.
Para otras personas, vida interior quiere
decir:
3. Dirigirse a algún ente superior, a lo que se le puede dar el nombre
de Dios, o el que se quiera, y tratar de armonizarse con esta fuerza superior y
así conseguir una paz, un amor y una fuerza de un orden superior. Es decir, desean llegar a una armonía con
Dios, de forma que uno viva de un modo positivo como expresión de esta paz.
Para otras personas, finalmente, la vida
interior tiene aún otro sentido.
4. Estas personas tratan de conseguir ver
lo que ocurre dentro, desenmarañar todos los enredos, y llegar a ser aparte de
todo lo que son las ideas, condicionamientos, costumbres, influencias, cosas
adquiridas, intentan llegar a la identidad última del Ser, más allá de todas
las formulaciones, limitaciones y condicionamientos mentales.
Los seres humanos, a partir del primer
escalón que hemos indicado, han de llegar a realizar este trabajo interior,
pero deben ir haciéndolo con cierto orden. Una persona que no haya
conseguido un mínimo de equilibrio y fortaleza en su personalidad no puede
llegar a vivenciar un equilibrio y fortaleza en la vida espiritual o superior.
Puede hacer contactos, puede tener experiencias. Pero llegar a estabilizarse, a
centrarse en ese nivel superior que se llama espiritual, eso no es posible. Así
pues, esos diferentes niveles, de algún modo nos comprometen a todos; estamos
todos metidos en ellos. Lo que ocurre es que nosotros, en cada fase de la vida,
estamos “enamorados”, por decirlo así, de algo, de algo que para nosotros tiene
el máximo valor, y, en consecuencia, todo lo demás nos parece secundario. El
que está en la fase, podríamos decir, religiosa, cree sólo en la relación
afectiva, amorosa, en la entrega a Dios, y considera los demás caminos como
totalmente secundarios.
Quien está en una fase de expansión de su
vida exterior ve como más importante su capacidad de rendimiento, su eficacia,
su inspiración, su sentido de la realidad exterior. Para quien tiene la
aspiración centrada en el Ser más allá de lo que son manifestaciones, más allá
de lo que son ideas, todas estas vías, la religiosa, la artística, la de la
actividad, o cualquiera que sea, carecerán de sentido.
Desde nuestra infancia no se nos ha
educado de un modo amplio, cada cual ha tratado de orientar su aspiración, sus
inquietudes, hacia algún punto, según sus circunstancias, según sus posibilidades.
Y, cuando le parece encontrar algo sólido, entonces se adhiere con tanta fuerza
a ello que tiende a excluir el resto.
Vida interior ha de llegar ser vivir toda la realidad de la persona, llegar a vivir en todas las direcciones, en todo momento y en toda circunstancia. Que la vida de la persona no esté fragmentada en realidades superiores o realidades inferiores, en realidades externas y realidades internas.
Vida interior ha de llegar ser vivir toda la realidad de la persona, llegar a vivir en todas las direcciones, en todo momento y en toda circunstancia. Que la vida de la persona no esté fragmentada en realidades superiores o realidades inferiores, en realidades externas y realidades internas.
Y esto no se circunscribe a lo individual,
a lo personal, sino que, a través de esa unidad personal, es cuando uno
descubre la Unidad
que hay en todo lo que existe. Si no hay unidad en uno como estación receptora,
no puede haber unidad en lo exterior, por más que uno lo afirme y lo defienda.
Debemos conseguir vivir nuestra unidad a
través de cada expresión. Para que pueda vivir con nuestra unidad es preciso
que en cada una de nuestras expresiones nos encontramos en todo momento libre
de nuestras ataduras; que, cuando estemos hablando con una persona, nuestra mente
no esté ocupada en otra cosa distinta; que, cuando estemos pensando en un
problema, no estemos nuestro interior pendiente de otra cuestión. Es decir, que
no haya superposición de fragmentos, sino que uno, todo uno, toda nuestra
capacidad de atención, de presencia, pueda estar viviendo cada cosa. Y es la
unidad de uno, la unidad del sujeto presente que vive la situación particular,
lo que nos hará descubrir nuestra Unidad. Si uno está dividido porque en uno
mismo hay varios objetos, entonces no vivimos nuestra unidad, ni siquiera en un
solo aspecto. Para poder ser “yo Uno”, debemos de estar libres, libres de todo;
hemos de soltar los miedos, las preocupaciones, los deseos; tenemos que estar
todo y de una manera plena viviendo cada situación como única, como total: Yo y
lo otro, Todo YO y todo lo otro.
http://www.proyectopv.org/
http://www.proyectopv.org/1-verdad/101marcosvidainterior.htm
NVA
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