sábado, 6 de diciembre de 2014

HISTORIAS DEL MULLA NASRUDIN

Como continuación al articulo editado el martes pasado CONSCIENCIA CÚANTICA: RECONCILIAR CIENCIA Y ESPIRITUALIDAD PARA NUESTRO(S) FUTURO(S) EVOLUTIVO(S) leíamos lo siguiente:

A la mayoría de nuestras mentes modernas se les ha negado el funcionamiento pleno de su cerebro izquierdo-derecho y se les ha arrastrado hacia un funcionamiento racional estricto que actúa de manera mecánica, lineal, competitiva, y restringida. El cerebro derecho abstracto, con su mundo mágico de pensamientos creativos visionarios, se ha marginado y mantenido latente en gran medida (McGilchrist 2009).  
Gran parte de la actividad del cerebro derecho fue fuente de la sabiduría indígena, las prácticas chamanísticas, y tradiciones similares que el pensamiento materialista occidental ha procurado ignorar durante mucho tiempo. A menudo nuestro entrenamiento intelectual nos condiciona a considerar esas ‘prácticas mágicas’ como primitivas, bárbaras, y no merecedoras de otra cosa que colonialismo y/o re-educación. Así, aquellos de nosotros que pertenecemos al occidente ‘civilizado’, con nuestro hemisferio izquierdo cerebral dominante, vivimos en el mundo cotidiano de las cosas materiales y las atracciones externas. Se nos enseña que existimos como fuerzas separadas, como islas en un océano caótico de impactos físicos y naturales, y al antojo de influencias aleatorias neutras. No obstante ahora sabemos que no es así.



Existen procedimientos para ayudar a incrementar esos estados internos (o ‘cuánticos’), que se pueden encontrar en muchas tradiciones, ya sea en las principales religiones (cristiana, islámica, judaica, sikh); ya sea en otras corrientes de sabiduría tales como budismo, taoísmo y prácticas meditativas. También hay muchos materiales escritos (libros, cuentos, y poemas) que tienen como función estimular la actividad del hemisferio derecho. Así sucede con muchas historias sufíes (como los cuentos de Mula Nasrudín) así como con historias famosas como Las Mil y Una Noches; y poemas de Jalalludin Rumi (que ahora son best seller en occidente). Muchas de estas tradiciones también fomentan la meditación en grupo como una manera de estimular la consciencia de grupo y la conexión cuántica. Se ha demostrado que los meditadores expertos pueden conseguir un nivel extremadamente alto de sincronización entre hemisferios.




Lo que sigue es apenas una minúscula parte de las incontables historias del Mulla Nasrudin, personaje emblemático utilizado por los maestros sufis (y muchos maestros espirituales) como apoyo iniciatico al servicio de sus enseñanzas. En occidente se los conoce por los libros de Idries Shah.



LAS ARMAS DEL MULLA
Mulla Nasrudin inicio un viaje hacia tierras lejanas, motivo por el cual se consiguió una cimitarra y una lanza. En el camino, un bandido cuya única arma era un bastón, se le hecho encima y lo despojo de sus pertenencias. Cuando llego a la ciudad mas próxima, el Mulla contó su desgracia a sus amigos, quienes le preguntaron como había sucedido que el, estando armado con una cimitarra y una lanza, no hubiera podido dominar a un ladrón armado con un modesto bastón.
El replico: El problema fue precisamente que yo tenía las dos manos ocupadas, una con la cimitarra y la otra con la lanza. ¿Como creen ustedes que hubiera podido salir airoso?

EL ERUDITO
Mulla Nasrudin consiguió trabajo de barquero. Cierto día, transportando a un erudito, el hombre le pregunta:
-¿Conoce usted la gramática?
-No, en absoluto - responde Nasrudin.
- Bueno permítame decirle que ha perdido usted la mitad de su vida - replica con desdén el erudito.
Poco después, el viento comienza a soplar y la barca esta a punto de ser tragada por las olas. Justo antes de irse a pique, el Mulla pregunta a su pasajero:
- ¿Sabe usted nadar?
- ¡No! - contesta, aterrorizado, el erudito.
- Bueno, ¡permítame decirle que ha perdido usted toda su vida!
Esta segunda historia se relaciona directamente con la anterior. Nos dice:
¿De que sirve tener un conocimiento si no sabemos aplicarlo a la realidad?
En otras palabras, ¿de que sirve armarnos de un saber inútil?
Después de haber leído ambas historias, me pregunto: ¿Que se? ¿De que hablo? ¿Es necesario instruirse? Si, es importante hacerlo, pero hay que indagar de que sirve el conocimiento adquirido y saber deshacernos del que es inútil.
Por mi parte prefiero utilizar el conocimiento para desarrollar una técnica personal que conozca a fondo y se aplique a la realidad, en vez de coleccionar miles de conocimientos que no aplicare nunca.
¿De que sirven todas las teorías sobre la sexualidad, el amor, el bien, la oración, .... , Si jamás la aplico? Es como ocultarse atrás de ese saber, para no hacer nada.

LA SOPA DE PATO
Cierto día, un campesino fue a visitar a Nasrudin, atraído por la gran fama de este y deseoso de ver de cerca al hombre mas ilustre del país. Le llevo como regalo un magnifico pato.
El Mulla, muy honrado, invito al hombre a cenar y pernoctar en su casa. Comieron una exquisita sopa preparada con el pato. A la mañana siguiente, el campesino regreso a su campiña, feliz de haber pasado algunas horas con un personaje tan importante.
Algunos días mas tarde, los hijos de este campesino fueron a la ciudad y a su regreso pasaron por la casa de Nasrudin.
- Somos los hijos del hombre que le regalo un pato - se presentaron.
Fueron recibidos y agasajados con sopa de pato.
Una semana después, dos jóvenes llamaron a la puerta del Mulla.
- ¿Quienes son ustedes?
- Somos los vecinos del hombre que le regalo un pato.
El Mulla empezó a lamentar haber aceptado aquel pato. Sin embargo, puso al mal tiempo buena cara e invito a sus huéspedes a comer.
A los ocho días, una familia completa pidió hospitalidad al Mulla.
- Y ustedes ¿quienes son?
- Somos los vecinos de los vecinos del hombre que le regalo un pato.
Entonces el Mullah hizo como si se alegrara y los invito al comedor. Al cabo de un rato, apareció con una enorme sopera llena de agua caliente y lleno cuidadosamente los tazones de sus invitados. Luego de probar el líquido, uno de ellos exclamo:
- Pero.... ¿que es esto, noble señor? ¡Por Ala que nunca habíamos visto una sopa tan desabrida!
Mulla Nasrudin se limito a responder:
- Esta es la sopa de la sopa de la sopa de pato que con gusto les ofrezco a ustedes, los vecinos de los vecinos de los vecinos del hombre que me regalo el pato.
En un momento dado, existe una verdad. Enseguida, todos la quieren conocer, pero reciben la versión de la versión de la verdad. Y en el fondo, nada pueden aprender de ella.
Ciertas verdades son la sopa en la cual no hay ni sombra del pato.



LA MIEL EN EL FUEGO
El Mulla calentaba miel en el fuego, cuando un amigo llego de improviso.
La miel comenzó a hervir y Nasrudin le convido a su visitante. Estaba tan caliente, que el otro se quemo.
- ¡Haz algo! - exclamo el amigo.
Entonces el Mulla tomo un abanico y lo agito por encima de la olla.... con el propósito de enfriar la miel.
Psicológicamente, sucede lo mismo con cada uno de nosotros. Nuestra miel hierve, nos quema. Decimos que es necesario enfriarla, pero no la retiramos del fuego. No cambiamos en absoluto.



EL CONTRABANDISTA
Nasrudin solía cruzar la frontera todos los días, con las cestas de su asno cargadas de paja. Como admitía ser un contrabandista cuando volvía a casa por las noches, los guardas de la frontera le registraban una y otra vez. Registraban su persona, cernían la paja, la sumergían en agua, e incluso la quemaban de vez en cuando.
Mientras tanto, la prosperidad de Nasrudin aumentaba visiblemente.
Un dia se retiro y fue a vivir a otro país, donde, unos años más tarde, le encontró uno de los aduaneros.
- Ahora me lo puedes decir, Nasrudin, ¿Que pasabas de contrabando, que nunca pudimos descubrirlo?
- Asnos - contesto Nasrudin.
El hecho de que la persona media piense según unas pautas determinadas y no pueda adaptarse a un punto de vista muy diferente, le hace perder gran parte del sentido de la vida. Puede vivir, incluso progresar, pero no puede comprender lo que ocurre.

EL OSO
Un rey que gustaba de la compañía de Nasrudin, y también de la caza, le ordeno que le acompañara en la caza del oso. Nasrudin estaba aterrado.
Cuando Nasrudin volvió a su aldea, alguien le pregunto: - ¿Como fue la caza?
- Maravillosamente.
- ¿Cuantos osos viste?
- Ninguno.
- Entonces, ¿por que dices que fue maravillosamente?
- Cuando estas cazando osos, y tu eres yo, no ver ningún oso es una experiencia maravillosa.
Las normas del bien y del mal dependen de criterios individuales o de grupos y no de hechos objetivos. Hasta que experimentemos esto internamente y lo aceptemos intelectualmente, no seremos capaces de la comprensión interna.
El sufismo niega la suposición de que el mero hecho de vivir nos hace perceptivos. Un hombre puede estar clínicamente vivo y perceptivamente muerto. La lógica y la filosofía no le ayudaran a alcanzar la percepción.

Un aspecto del siguiente relato lo pone de manifiesto:
El Mulla estaba pensando en voz alta.
- ¿Como se si estoy vivo o muerto?
- No seas necio - dijo su esposa - si estuvieras muerto, tus miembros estarían fríos.
Poco tiempo después, Nasrudin se encontraba en el bosque cortando leña. Era pleno invierno. De repente se dio cuenta de que tenía fríos las manos y los pies.
Indudablemente estoy muerto - pensó - de modo que debo interrumpir mi trabajo. Los cadáveres no van por ahí caminando, se tendió sobre la hierba.
Pronto llego una manada de lobos y empezó a atacar al asno de Nasrudin, que estaba atado a un árbol.
Vamos, continuad, aprovechaos de un hombre muerto - dijo Nasrudin sin moverse - pero si estuviera vivo, no os permitiría estas libertades con mi asno!



BUSCANDO LA LLAVE


Muy tarde por la noche Nasrudin se encuentra dando vueltas alrededor de una farola, mirando hacia abajo. Pasa por allí un vecino.

- ¿Qué estás haciendo Nasrudín, has perdido alguna cosa?- le pregunta.
- Sí, estoy buscando mi llave.
El vecino se queda con él para ayudarle a buscar. Después de un rato, pasa una vecina.
-¿Qué estáis haciendo? - les pregunta.
- Estamos buscando la llave de Nasrudín. 
Ella también quiere ayudarlos y se pone a buscar.
Luego, otro vecino se une a ellos. Juntos buscan y buscan y buscan. Habiendo buscado durante un largo rato acaban por cansarse. Un vecino pregunta:

- Nasrudín, hemos buscado tu llave durante mucho tiempo, ¿estás seguro de haberla perdido en este lugar? 
- No, dice Nasrudín
- ¿dónde la perdiste, pues?
- Allí, en mi casa.
- Entonces, ¿por qué la estamos buscando aquí?
- Pues porque aquí hay más luz y mi casa está muy oscura.



EL COSTO DE APRENDER

Nasrudín decidió que podía beneficiarse aprendiendo algo nuevo y fue a visitar a un renombrado maestro de música:
- ¿Cuánto cobra usted para enseñarme a tocar la flauta? - preguntó Nasrudín.
- Tres piezas de plata el primer mes; después una pieza de plata por mes - contestó el maestro.
-¡Perfecto! - dijo Nasrudín; - comenzaré en el segundo mes.



LA MUJER PERFECTA

Nasrudin conversaba con un amigo.
- Entonces, ¿Nunca pensaste en casarte?
- Sí pensé -respondió Nasrudin. -En mi juventud, resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco, y conocí una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.
Continué viajando, y fui a Isfahan; allí encontré una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita.
Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa, y conocedora de la realidad material.
- ¿Y por qué no te casaste con ella?
- ¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto.


LAS APARIENCIAS


Cuenta el sufi Mula Nasrudin que cierta vez asistió a una casa de baños pobremente vestido, y lo trataron de regular a mal y ya para salir dejó una moneda de oro de propina.
A la semana siguiente fue ricamente vestido y se desvivieron para atenderlo...y dejó una moneda de cobre, diciendo:
-Esta es la propina por el trato de la semana pasada y la de la semana pasada, por el trato de hoy.

 


¿A  DONDE IR?

- La gente preguntó al Mula Nasrudín "¿Dónde debemos ir en una procesión fúnebre, al frente, en la parte trasera, o al lado?"
Nasrudin contestó:
"¡No importa donde vayas, mientras no vayas dentro del ataúd!"

 


GRATITUD

Cierto día, mientras Nasrudin trabajaba en su granja, una espina penetró su pie. Increíblemente él dijo: "¡Gracias Dios mío, gracias!" y prosiguió:

“¡Es una bendición que el día de hoy no estuviese con mis zapatos nuevos!"


LA IMPORTANCIA DE LA LUNA


Nasrudin entró a una casa de té y declamó: "La luna es más útil que el sol". "¿Por qué"? le preguntaron.
"Porque por la noche todos nosotros necesitamos más luz."


UNA CAPA PESADA

Una noche la gente oyó un ruido espantoso que provenía de la casa de Nasrudin. A la mañana siguiente y apenas se levantaron lo fueron a visitar y le preguntaron: "¿Qué fue todo ese ruido?". "Mi capa cayo al suelo". Respondió Nasrudín.
Pero: "¿Una capa puede hacer tal ruido?" Le cuestionaron:
"Por supuesto, sí usted está dentro de ella, como yo lo estaba"


SACARSE EL OJO DOLORIDO

Basándose en los informes que le habían dado a él, el Califa nombró a Nasrudin Consejero Mayor de la Corte y puesto que su autoridad no le provenía de su propia competencia sino del patronazgo del Califa, Nasrudin se convirtió en un peligro para todos cuantos acudían a consultarle, como se evidenció en le siguiente caso:
“Nasrudin tú que eres un hombre de experiencia”, le dijo un cortesano, "¿Conoces algún remedio para el dolor de ojos? Te lo pregunto porque a mi me duelen tremendamente”
“Permíteme que comparta contigo mi experiencia”, le dijo Nasrudin. “En cierta ocasión tuve un dolor de muelas, y no encontré alivio hasta que me las hice sacar.”


LOS GRANJEROS A LOS QUE SE LES DABAN BIEN LOS NUMEROS.

 


De entre todos los pueblos que el mula Nasrudin visitó en sus viajes, había uno que era especialmente famoso porque a sus habitantes se les daban muy bien los números. Nasrudin encontró alojamiento en la casa de un granjero. A la mañana siguiente se dio cuenta de que el pueblo no tenía pozo. Cada mañana, alguien de cada familia del pueblo cargaba uno o dos burros con garrafas de agua vacías y se iban a un riachuelo que estaba a una hora de camino, llenaban las garrafas y las llevaban de vuelta al pueblo, lo que les llevaba otra hora más.
"¿No sería mejor si tuvieran agua en el pueblo?", preguntó Nasrudin al granjero de la casa en la que se alojaba. "¡Por supuesto que sería mucho mejor!", dijo el granjero. "El agua me cuesta cada día dos horas de trabajo para un burro y un chico que lleva el burro. Eso hace al año mil cuatrocientas sesenta horas, si cuentas las horas del burro como las horas del chico. Pero si el burro y el chico estuvieran trabajando en el campo todo ese tiempo, yo podría, por ejemplo, plantar todo un campo de calabazas y cosechar cuatrocientas cincuenta y siete calabazas más cada año."
"Veo que lo tienes todo bien calculado", dijo Nasrudin admirado. "¿Por qué, entonces, no construyes un canal para traer el agua al río?" "¡Eso no es tan simple!", dijo el granjero. "En el camino hay una colina que deberíamos atravesar. Si pusiera a mi burro y a mi chico a construir un canal en vez de enviarlos por el agua, les llevaría quinientos años si trabajasen dos horas al día. Al menos me quedan otros treinta años más de vida, así que me es más barato enviarles por el agua."
"Sí, ¿pero es que serías tú el único responsable de construir un canal? Son muchas familias en el pueblo."
"Claro que sí", dijo el granjero. "Hay cien familias en el pueblo. Si cada familia enviase cada día dos horas un burro y un chico, el canal estaría hecho en cinco años. Y si trabajasen diez horas al día, estaría acabado un año."
"Entonces, ¿por qué no se lo comentas a tus vecinos y les sugieres que todos juntos construyáis el canal?
"Mira, si yo tengo que hablar de cosas importantes con un vecino, tengo que invitarle a mi casa, ofrecerle té y halva, hablar con él del tiempo y de la nueva cosecha, luego de su familia, sus hijos, sus hijas, sus nietos. Después le tengo que dar de comer y después de comer otro té y él tiene que preguntarme entonces sobre mi granja y sobre mi familia para finalmente llegar con tranquilidad al tema y tratarlo con cautela. Eso lleva un día entero. Como somos cien familias en el pueblo, tendría que hablar con noventa y nueve cabezas de familia. Estarás de acuerdo conmigo que yo no puedo estar noventa y nueve días seguidos discutiendo con los vecinos. Mi granja se vendría abajo. Lo máximo que podría hacer sería invitar a un vecino a mi casa por semana. Como un año tiene sólo cincuenta y dos semanas, eso significa que me llevaría casi dos años hablar con mis vecinos. Conociendo a mis vecinos como les conozco, te aseguro que todos estarían de acuerdo con hacer llegar el agua al pueblo, porque todos ellos son buenos con los números. Y como les conozco, te digo, que cada uno prometería participar si los otros participasen también. Entonces, después de dos años, tendría que volver a empezar otra vez desde el principio, invitándoles de nuevo a mi casa y diciéndoles que todos están dispuestos a participar." "Vale", dijo Nasrudin, "pero entonces en cuatro años estarías preparados para comenzar el trabajo. ¡Y al año siguiente, el canal estaría construido!"
"Hay otro problema", dijo el granjero. "Estarás de acuerdo conmigo que una vez que el canal esté construido, cualquiera podrá ir por agua, tanto como si ha o no contribuido con su parte de trabajo correspondiente."
"Lo entiendo", dijo Nasrudin . "Incluso si quisierais, no podríais vigilar todo el canal."
"Pues no", dijo el granjero. "Cualquier caradura que se hubiera librado de trabajar, se beneficiaría de la misma manera que los demás y sin coste alguno."
"Tengo que admitir que tienes razón", dijo Nasrudin.
"Así que como a cada uno de nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escabullirnos. Un día el burro no tendrá fuerzas, el otro el chico de alguien tendrá tos, otro la mujer de alguien estará enferma, y el niño, el burro tendrán que ir a buscar al médico.
Como a nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escurrirnos el bulto. Y como cada uno de nosotros sabe que los demás no harán lo que deben, ninguno mandará a su burro o a su chico a trabajar. Así, la construcción del canal ni siquiera se empezará."
"Tengo que reconocer que tus razones suenan muy convincentes", dijo Nasrudin. Se quedó pensativo por un momento, pero de repente exclamó: "Conozco un pueblo al otro lado de la montaña que tiene el mismo problema que ustedes tienen. Pero ellos tienen un canal desde hace ya veinte años."
"Efectivamente", dijo el granjero, "pero a ellos no se les dan bien los números."


¿ SABEN DE LO QUE LES VOY A HABLAR?

Esta historia comienza cuando Nasrudin llega a un pequeño pueblo en algún lugar lejano de Medio Oriente.
Era la primera vez que estaba en ese pueblo y una multitud se había reunido en un auditorio para escucharlo. Nasrudin, que en verdad no sabia que decir, porque él sabía que nada sabía, se propuso improvisar algo y así intentar salir del atolladero en el que se encontraba.
Entró muy seguro y se paró frente a la gente. Abrió las manos y dijo:
-Supongo que si ustedes están aquí, ya sabrán que es lo que yo tengo para decirles.
La gente dijo:
-No... ¿Qué es lo que tienes para decirnos? No lo sabemos ¡Háblanos! ¡Queremos escucharte!
Nasrudin contestó:
-Si ustedes vinieron hasta aquí sin saber que es lo que yo vengo a decirles, entonces no están preparados para escucharlo.
Dicho esto, se levantó y se fue.
La gente se quedó sorprendida. Todos habían venido esa mañana para escucharlo y el hombre se iba simplemente diciéndoles eso. Habría sido un fracaso total si no fuera porque uno de los presentes -nunca falta uno- mientras Nasrudin se alejaba, dijo en voz alta:
-¡Qué inteligente!
Y como siempre sucede, cuando uno no entiende nada y otro dice "¡qué inteligente!", para no sentirse un idiota uno repite: "¡si, claro, qué inteligente!". Y entonces, todos empezaron a repetir:
-Qué inteligente.
-Qué inteligente.
Hasta que uno añadió:
-Si, qué inteligente, pero... qué breve.
Y otro agrego:
-Tiene la brevedad y la síntesis de los sabios. Porque tiene razón. ¿Cómo nosotros vamos a venir aqui sin siquiera saber qué venimos a escuchar? Qué estúpidos que hemos sido. Hemos perdido una oportunidad maravillosa. Qué iluminación, qué sabiduría. Vamos a pedirle a este hombre que dé una segunda conferencia.
Entonces fueron a ver a Nasrudin. La gente había quedado tan asombrada con lo que había pasado en la primera reunión, que algunos habían empezado a decir que el conocimiento de Él era demasiado para reunirlo en una sola conferencia.
Nasrudin dijo:
-No, es justo al revés, están equivocados. Mi conocimiento apenas alcanza para una conferencia. Jamás podría dar dos.
La gente dijo:
-¡Qué humilde!
Y cuanto más Nasrudin insistía en que no tenia nada para decir, con mayor razón la gente insistía en que querían escucharlo una vez más. Finalmente, después de mucho empeño, Nasrudin accedió a dar una segunda conferencia.
Al día siguiente, el supuesto iluminado regresó al lugar de reunión, donde había más gente aún, pues todos sabían del éxito de la conferencia anterior. Nasrudin se paró frente al público e insistió con su técnica:
-Supongo que ustedes ya sabrán que he venido a decirles.
La gente estaba avisada para cuidarse de no ofender al maestro con la infantil respuesta de la anterior conferencia; así que todos dijeron:
-Si, claro, por supuesto lo sabemos. Por eso hemos venido.
Nasrudin bajó la cabeza y entonces añadió:
-Bueno, si todos ya saben qué es lo que vengo a decirles, yo no veo la necesidad de repetir.
Se levantó y se volvió a ir.
La gente se quedó estupefacta; porque aunque ahora habían dicho otra cosa, el resultado había sido exactamente el mismo. Hasta que alguien, otro alguien, gritó:
-¡Brillante!
Y cuando todos oyeron que alguien había dicho "¡brillante!", el resto comenzó a decir:
-¡Si, claro, este es el complemento de la sabiduría de la conferencia de ayer!
-Qué maravilloso
-Qué espectacular
-Qué sensacional, qué bárbaro
Hasta que alguien dijo:
-Si, pero... mucha brevedad.
-Es cierto- se quejó otro
-Capacidad de síntesis- justificó un tercero.
Y en seguida se oyó:
-Queremos más, queremos escucharlo más. ¡Queremos que este hombre nos de más de su sabiduría!
Entonces, una delegación de los notables fue a ver a Nasrudin para pedirle que diera una tercera y definitiva conferencia. Nasrudin dijo que no, que de ninguna manera; que él no tenia conocimientos para dar tres conferencias y que, además, ya tenia que regresar a su ciudad de origen.
La gente le imploró, le suplicó, le pidió una y otra vez; por sus ancestros, por su progenie, por todos los santos, por lo que fuera. Aquella persistencia lo persuadió y, finalmente, Nasrudin aceptó temblando dar la tercera y definitiva conferencia.
Por tercera vez se paró frente al público, que ya eran multitudes, y les dijo:
-Supongo que ustedes ya sabrán de qué les voy a hablar.
Esta vez, la gente se había puesto de acuerdo: sólo el intendente del poblado contestaría. El hombre de primera fila dijo:
-Algunos si y otros no.
En ese momento, un largo silencio estremeció al auditorio. Todos, incluso los jóvenes, siguieron a Nasrudin con la mirada.
Entonces el maestro respondió:
-En ese caso, los que saben... cuéntenles a los que no saben.
Se levantó y se fue.


http://www.personarte.com/sabendeque.htm

http://www.gnosishoy.com/reflexiones/cuentos.html
NVA

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