Como continuación al articulo editado el martes pasado CONSCIENCIA
CÚANTICA: RECONCILIAR CIENCIA Y ESPIRITUALIDAD PARA NUESTRO(S) FUTURO(S)
EVOLUTIVO(S) leíamos lo siguiente:
A la mayoría de
nuestras mentes modernas se les ha negado el funcionamiento pleno de su cerebro
izquierdo-derecho y se les ha arrastrado hacia un funcionamiento racional
estricto que actúa de manera mecánica, lineal, competitiva, y restringida. El cerebro derecho
abstracto, con su mundo mágico de pensamientos creativos visionarios, se ha
marginado y mantenido latente en gran medida (McGilchrist 2009).
Gran parte de la
actividad del cerebro derecho fue fuente de la sabiduría indígena, las
prácticas chamanísticas, y tradiciones similares que el pensamiento
materialista occidental ha procurado ignorar durante mucho tiempo. A menudo
nuestro entrenamiento intelectual nos condiciona a considerar esas ‘prácticas
mágicas’ como primitivas, bárbaras, y no merecedoras de otra cosa que colonialismo
y/o re-educación. Así, aquellos de nosotros que pertenecemos al occidente
‘civilizado’, con nuestro hemisferio izquierdo cerebral dominante, vivimos en
el mundo cotidiano de las cosas materiales y las atracciones externas. Se nos
enseña que existimos como fuerzas separadas, como islas en un océano caótico de
impactos físicos y naturales, y al antojo de influencias aleatorias neutras. No
obstante ahora sabemos que no es así.
Existen
procedimientos para ayudar a incrementar esos estados internos (o ‘cuánticos’),
que se pueden encontrar en muchas tradiciones, ya sea en las principales
religiones (cristiana, islámica, judaica, sikh); ya sea en otras corrientes de
sabiduría tales como budismo, taoísmo y prácticas meditativas. También hay
muchos materiales escritos (libros, cuentos, y poemas) que tienen como función
estimular la actividad del hemisferio derecho. Así sucede con muchas historias sufíes
(como los cuentos de Mula Nasrudín) así como con historias famosas como Las Mil
y Una Noches; y poemas de Jalalludin Rumi (que ahora son best seller en
occidente). Muchas de estas tradiciones también fomentan la meditación en grupo
como una manera de estimular la consciencia de grupo y la conexión cuántica. Se
ha demostrado que los meditadores expertos pueden conseguir un nivel
extremadamente alto de sincronización entre hemisferios.
Lo que sigue es apenas una minúscula parte de las incontables historias
del Mulla Nasrudin, personaje emblemático utilizado por los maestros sufis (y
muchos maestros espirituales) como apoyo iniciatico al servicio de sus
enseñanzas. En occidente se los conoce por los libros de Idries Shah.
LAS ARMAS DEL
MULLA
Mulla Nasrudin inicio
un viaje hacia tierras lejanas, motivo por el cual se consiguió una cimitarra y
una lanza. En el camino, un bandido cuya única arma era un bastón, se le hecho
encima y lo despojo de sus pertenencias. Cuando llego a la ciudad mas próxima,
el Mulla contó su desgracia a sus amigos, quienes le preguntaron como había
sucedido que el, estando armado con una cimitarra y una lanza, no hubiera
podido dominar a un ladrón armado con un modesto bastón.
El replico: El problema
fue precisamente que yo tenía las dos manos ocupadas, una con la cimitarra y la
otra con la lanza. ¿Como creen ustedes que hubiera podido salir airoso?
EL ERUDITO
Mulla
Nasrudin consiguió trabajo de barquero. Cierto día, transportando a un erudito,
el hombre le pregunta:
-¿Conoce
usted la gramática?
-No, en
absoluto - responde Nasrudin.
- Bueno
permítame decirle que ha perdido usted la mitad de su vida - replica con desdén
el erudito.
Poco
después, el viento comienza a soplar y la barca esta a punto de ser tragada por
las olas. Justo antes de irse a pique, el Mulla pregunta a su pasajero:
- ¿Sabe
usted nadar?
- ¡No! -
contesta, aterrorizado, el erudito.
- Bueno,
¡permítame decirle que ha perdido usted toda su vida!
Esta
segunda historia se relaciona directamente con la anterior. Nos dice:
¿De
que sirve tener un conocimiento si no sabemos aplicarlo a la realidad?
En otras palabras, ¿de que sirve armarnos de un saber inútil?
En otras palabras, ¿de que sirve armarnos de un saber inútil?
Después
de haber leído ambas historias, me pregunto: ¿Que se? ¿De que hablo? ¿Es
necesario instruirse? Si, es importante hacerlo, pero hay que indagar de que
sirve el conocimiento adquirido y saber deshacernos del que es inútil.
Por mi parte prefiero utilizar el conocimiento para desarrollar una técnica personal que conozca a fondo y se aplique a la realidad, en vez de coleccionar miles de conocimientos que no aplicare nunca.
Por mi parte prefiero utilizar el conocimiento para desarrollar una técnica personal que conozca a fondo y se aplique a la realidad, en vez de coleccionar miles de conocimientos que no aplicare nunca.
¿De
que sirven todas las teorías sobre la sexualidad, el amor, el bien, la oración,
.... , Si jamás la aplico? Es como ocultarse atrás de ese saber, para no hacer
nada.
Cierto día,
un campesino fue a visitar a Nasrudin, atraído por la gran fama de este y
deseoso de ver de cerca al hombre mas ilustre del país. Le llevo como regalo un
magnifico pato.
El Mulla,
muy honrado, invito al hombre a cenar y pernoctar en su casa. Comieron una
exquisita sopa preparada con el pato. A la mañana siguiente, el campesino
regreso a su campiña, feliz de haber pasado algunas horas con un personaje tan
importante.
Algunos
días mas tarde, los hijos de este campesino fueron a la ciudad y a su regreso
pasaron por la casa de Nasrudin.
- Somos los
hijos del hombre que le regalo un pato - se presentaron.
Fueron
recibidos y agasajados con sopa de pato.
Una semana
después, dos jóvenes llamaron a la puerta del Mulla.
- ¿Quienes
son ustedes?
- Somos los
vecinos del hombre que le regalo un pato.
El Mulla
empezó a lamentar haber aceptado aquel pato. Sin embargo, puso al mal tiempo
buena cara e invito a sus huéspedes a comer.
A los ocho
días, una familia completa pidió hospitalidad al Mulla.
- Y ustedes
¿quienes son?
- Somos los
vecinos de los vecinos del hombre que le regalo un pato.
Entonces el
Mullah hizo como si se alegrara y los invito al comedor. Al cabo de un rato,
apareció con una enorme sopera llena de agua caliente y lleno cuidadosamente
los tazones de sus invitados. Luego de probar el líquido, uno de ellos exclamo:
- Pero.... ¿que
es esto, noble señor? ¡Por Ala que nunca habíamos visto una sopa tan desabrida!
Mulla
Nasrudin se limito a responder:
- Esta es
la sopa de la sopa de la sopa de pato que con gusto les ofrezco a ustedes, los
vecinos de los vecinos de los vecinos del hombre que me regalo el pato.
En
un momento dado, existe una verdad. Enseguida, todos la quieren conocer, pero
reciben la versión de la versión de la verdad. Y en el fondo, nada pueden
aprender de ella.
Ciertas verdades son la sopa en la cual no hay ni sombra del pato.
Ciertas verdades son la sopa en la cual no hay ni sombra del pato.
El Mulla
calentaba miel en el fuego, cuando un amigo llego de improviso.
La miel
comenzó a hervir y Nasrudin le convido a su visitante. Estaba tan caliente, que
el otro se quemo.
- ¡Haz
algo! - exclamo el amigo.
Entonces el
Mulla tomo un abanico y lo agito por encima de la olla.... con el propósito de
enfriar la miel.
Psicológicamente,
sucede lo mismo con cada uno de nosotros. Nuestra miel hierve, nos quema.
Decimos que es necesario enfriarla, pero no la retiramos del fuego. No
cambiamos en absoluto.
EL
CONTRABANDISTA
Nasrudin
solía cruzar la frontera todos los días, con las cestas de su asno cargadas de
paja. Como admitía ser un contrabandista cuando volvía a casa por las noches,
los guardas de la frontera le registraban una y otra vez. Registraban su
persona, cernían la paja, la sumergían en agua, e incluso la quemaban de vez en
cuando.
Mientras
tanto, la prosperidad de Nasrudin aumentaba visiblemente.
Un dia se
retiro y fue a vivir a otro país, donde, unos años más tarde, le encontró uno
de los aduaneros.
- Ahora me
lo puedes decir, Nasrudin, ¿Que pasabas de contrabando, que nunca pudimos
descubrirlo?
- Asnos -
contesto Nasrudin.
El
hecho de que la persona media piense según unas pautas determinadas y no pueda
adaptarse a un punto de vista muy diferente, le hace perder gran parte del
sentido de la vida. Puede vivir, incluso progresar, pero no puede comprender lo
que ocurre.
EL OSO
Un rey que
gustaba de la compañía de Nasrudin, y también de la caza, le ordeno que le
acompañara en la caza del oso. Nasrudin estaba aterrado.
Cuando
Nasrudin volvió a su aldea, alguien le pregunto: - ¿Como fue la caza?
-
Maravillosamente.
- ¿Cuantos
osos viste?
- Ninguno.
- Entonces,
¿por que dices que fue maravillosamente?
- Cuando
estas cazando osos, y tu eres yo, no ver ningún oso es una experiencia
maravillosa.
Las
normas del bien y del mal dependen de criterios individuales o de grupos y no
de hechos objetivos. Hasta que experimentemos esto internamente y lo aceptemos
intelectualmente, no seremos capaces de la comprensión interna.
El
sufismo niega la suposición de que el mero hecho de vivir nos hace perceptivos.
Un hombre puede estar clínicamente vivo y perceptivamente muerto. La lógica y
la filosofía no le ayudaran a alcanzar la percepción.
Un aspecto del siguiente relato lo pone de manifiesto:
El Mulla
estaba pensando en voz alta.
- ¿Como se
si estoy vivo o muerto?
- No seas
necio - dijo su esposa - si estuvieras muerto, tus miembros estarían fríos.
Poco tiempo
después, Nasrudin se encontraba en el bosque cortando leña. Era pleno invierno.
De repente se dio cuenta de que tenía fríos las manos y los pies.
Indudablemente
estoy muerto - pensó - de modo que debo interrumpir mi trabajo. Los cadáveres
no van por ahí caminando, se tendió sobre la hierba.
Pronto
llego una manada de lobos y empezó a atacar al asno de Nasrudin, que estaba
atado a un árbol.
Vamos,
continuad, aprovechaos de un hombre muerto - dijo Nasrudin sin moverse - pero
si estuviera vivo, no os permitiría estas libertades con mi asno!
BUSCANDO
LA LLAVE
Muy tarde por la noche
Nasrudin se encuentra dando vueltas alrededor de una farola, mirando hacia
abajo. Pasa por allí un vecino.
- ¿Qué estás haciendo Nasrudín, has perdido alguna cosa?- le pregunta.
- Sí, estoy buscando mi llave.
- ¿Qué estás haciendo Nasrudín, has perdido alguna cosa?- le pregunta.
- Sí, estoy buscando mi llave.
El vecino se queda con
él para ayudarle a buscar. Después de un rato, pasa una vecina.
-¿Qué estáis haciendo? - les pregunta.
- Estamos buscando la llave de Nasrudín.
Ella también quiere ayudarlos y se pone a buscar.
-¿Qué estáis haciendo? - les pregunta.
- Estamos buscando la llave de Nasrudín.
Ella también quiere ayudarlos y se pone a buscar.
Luego, otro vecino se
une a ellos. Juntos buscan y buscan y buscan. Habiendo buscado durante un largo
rato acaban por cansarse. Un vecino pregunta:
- Nasrudín, hemos buscado tu llave durante mucho tiempo, ¿estás seguro de haberla perdido en este lugar?
- No, dice Nasrudín
- ¿dónde la perdiste, pues?
- Allí, en mi casa.
- Entonces, ¿por qué la estamos buscando aquí?
- Pues porque aquí hay más luz y mi casa está muy oscura.
- Nasrudín, hemos buscado tu llave durante mucho tiempo, ¿estás seguro de haberla perdido en este lugar?
- No, dice Nasrudín
- ¿dónde la perdiste, pues?
- Allí, en mi casa.
- Entonces, ¿por qué la estamos buscando aquí?
- Pues porque aquí hay más luz y mi casa está muy oscura.
EL
COSTO DE APRENDER
Nasrudín decidió que
podía beneficiarse aprendiendo algo nuevo y fue a visitar a un renombrado
maestro de música:
- ¿Cuánto cobra usted
para enseñarme a tocar la flauta? - preguntó Nasrudín.
- Tres piezas de plata
el primer mes; después una pieza de plata por mes - contestó el maestro.
-¡Perfecto! - dijo
Nasrudín; - comenzaré en el segundo mes.
LA MUJER PERFECTA
Nasrudin conversaba con
un amigo.
- Entonces, ¿Nunca
pensaste en casarte?
- Sí pensé -respondió
Nasrudin. -En mi juventud, resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el
desierto, llegué a Damasco, y conocí una mujer muy espiritual y linda; pero
ella no sabía nada de las cosas de este mundo.
Continué viajando, y fui
a Isfahan; allí encontré una mujer que conocía el reino de la materia y el del
espíritu, pero no era bonita.
Entonces resolví ir
hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa, y
conocedora de la realidad material.
- ¿Y por qué no te
casaste con ella?
LAS APARIENCIAS
Cuenta el sufi Mula
Nasrudin que cierta vez asistió a una casa de baños pobremente vestido, y lo
trataron de regular a mal y ya para salir dejó una moneda de oro
de propina.
A la semana siguiente
fue ricamente vestido y se desvivieron para atenderlo...y dejó una moneda de
cobre, diciendo:
-Esta es la propina por el trato de la semana
pasada y la de la semana pasada, por el trato de hoy.
¿A DONDE IR?
- La gente preguntó al
Mula Nasrudín "¿Dónde debemos ir en una procesión fúnebre, al frente, en
la parte trasera, o al lado?"
Nasrudin contestó:
"¡No importa donde vayas, mientras no vayas dentro del ataúd!"
"¡No importa donde vayas, mientras no vayas dentro del ataúd!"
GRATITUD
Cierto día, mientras
Nasrudin trabajaba en su granja, una espina penetró su pie. Increíblemente él
dijo: "¡Gracias Dios mío, gracias!" y prosiguió:
“¡Es una bendición que el día de hoy no estuviese con mis zapatos nuevos!"
“¡Es una bendición que el día de hoy no estuviese con mis zapatos nuevos!"
LA IMPORTANCIA DE LA LUNA
Nasrudin entró a una
casa de té y declamó: "La luna es más útil que el sol". "¿Por
qué"? le preguntaron.
"Porque por la noche todos nosotros
necesitamos más luz."
UNA
CAPA PESADA
Una noche la gente oyó
un ruido espantoso que provenía de la casa de Nasrudin. A la mañana siguiente y
apenas se levantaron lo fueron a visitar y le preguntaron: "¿Qué fue todo
ese ruido?". "Mi capa cayo al suelo". Respondió Nasrudín.
Pero: "¿Una capa
puede hacer tal ruido?" Le cuestionaron:
"Por supuesto, sí usted está dentro de
ella, como yo lo estaba"
SACARSE EL
OJO DOLORIDO
Basándose en los
informes que le habían dado a él, el Califa nombró a Nasrudin Consejero Mayor
de la Corte y
puesto que su autoridad no le provenía de su propia competencia sino del
patronazgo del Califa, Nasrudin se convirtió en un peligro para todos cuantos
acudían a consultarle, como se evidenció en le siguiente caso:
“Nasrudin tú que eres un
hombre de experiencia”, le dijo un cortesano, "¿Conoces algún remedio para
el dolor de ojos? Te lo pregunto porque a mi me duelen tremendamente”
“Permíteme que comparta
contigo mi experiencia”, le dijo Nasrudin. “En cierta ocasión tuve un dolor de
muelas, y no encontré alivio hasta que me las hice sacar.”
LOS GRANJEROS A LOS QUE SE LES DABAN BIEN LOS NUMEROS.
De entre todos los
pueblos que el mula Nasrudin visitó en sus viajes, había uno que era
especialmente famoso porque a sus habitantes se les daban muy bien los números.
Nasrudin encontró alojamiento en la casa de un granjero. A la mañana siguiente
se dio cuenta de que el pueblo no tenía pozo. Cada mañana, alguien de cada
familia del pueblo cargaba uno o dos burros con garrafas de agua vacías y se
iban a un riachuelo que estaba a una hora de camino, llenaban las garrafas y
las llevaban de vuelta al pueblo, lo que les llevaba otra hora más.
"¿No sería mejor si tuvieran agua en el
pueblo?", preguntó Nasrudin al granjero de la casa en la que se
alojaba. "¡Por supuesto que sería mucho mejor!", dijo el granjero.
"El agua me cuesta cada día dos horas de trabajo para un burro y un chico
que lleva el burro. Eso hace al año mil cuatrocientas sesenta horas, si cuentas
las horas del burro como las horas del chico. Pero si el burro y el chico
estuvieran trabajando en el campo todo ese tiempo, yo podría, por ejemplo, plantar
todo un campo de calabazas y cosechar cuatrocientas cincuenta y siete calabazas
más cada año."
"Veo que lo tienes todo bien calculado", dijo Nasrudin admirado. "¿Por qué, entonces, no construyes un canal para traer el
agua al río?" "¡Eso
no es tan simple!", dijo el granjero. "En el camino hay una colina
que deberíamos atravesar. Si pusiera a mi burro y a mi chico a construir un
canal en vez de enviarlos por el agua, les llevaría quinientos años si
trabajasen dos horas al día. Al menos me quedan otros treinta años más de vida,
así que me es más barato enviarles por el agua."
"Sí, ¿pero es que serías tú el único
responsable de construir un canal? Son muchas familias en el pueblo."
"Claro que
sí", dijo el granjero. "Hay cien familias en el pueblo. Si cada
familia enviase cada día dos horas un burro y un chico, el canal estaría hecho
en cinco años. Y si trabajasen diez horas al día, estaría acabado un año."
"Entonces, ¿por qué no se lo comentas a tus
vecinos y les sugieres que todos juntos construyáis el canal?
"Mira, si yo tengo
que hablar de cosas importantes con un vecino, tengo que invitarle a mi casa,
ofrecerle té y halva, hablar con él del tiempo y de la nueva cosecha, luego de
su familia, sus hijos, sus hijas, sus nietos. Después le tengo que dar de comer
y después de comer otro té y él tiene que preguntarme entonces sobre mi granja
y sobre mi familia para finalmente llegar con tranquilidad al tema y tratarlo
con cautela. Eso lleva un día entero. Como somos cien familias en el pueblo,
tendría que hablar con noventa y nueve cabezas de familia. Estarás de acuerdo
conmigo que yo no puedo estar noventa y nueve días seguidos discutiendo con los
vecinos. Mi granja se vendría abajo. Lo máximo que podría hacer sería invitar a
un vecino a mi casa por semana. Como un año tiene sólo cincuenta y dos semanas,
eso significa que me llevaría casi dos años hablar con mis vecinos. Conociendo
a mis vecinos como les conozco, te aseguro que todos estarían de acuerdo con
hacer llegar el agua al pueblo, porque todos ellos son buenos con los números.
Y como les conozco, te digo, que cada uno prometería participar si los otros
participasen también. Entonces, después de dos años, tendría que volver a
empezar otra vez desde el principio, invitándoles de nuevo a mi casa y
diciéndoles que todos están dispuestos a participar." "Vale", dijo Nasrudin, "pero entonces en cuatro años estarías
preparados para comenzar el trabajo. ¡Y al año siguiente, el canal estaría
construido!"
"Hay otro
problema", dijo el granjero. "Estarás de acuerdo conmigo que una vez
que el canal esté construido, cualquiera podrá ir por agua, tanto como si ha o
no contribuido con su parte de trabajo correspondiente."
"Lo entiendo", dijo Nasrudin . "Incluso si quisierais, no podríais vigilar
todo el canal."
"Pues no",
dijo el granjero. "Cualquier caradura que se hubiera librado de trabajar,
se beneficiaría de la misma manera que los demás y sin coste alguno."
"Tengo que admitir que tienes razón", dijo Nasrudin.
"Así que como a
cada uno de nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escabullirnos.
Un día el burro no tendrá fuerzas, el otro el chico de alguien tendrá tos, otro
la mujer de alguien estará enferma, y el niño, el burro tendrán que ir a buscar
al médico.
Como a nosotros se nos
dan bien los números, intentaremos escurrirnos el bulto. Y como cada uno de
nosotros sabe que los demás no harán lo que deben, ninguno mandará a su burro o
a su chico a trabajar. Así, la construcción del canal ni siquiera se
empezará."
"Tengo que reconocer que tus razones suenan
muy convincentes", dijo Nasrudin. Se quedó pensativo por un
momento, pero de repente exclamó: "Conozco
un pueblo al otro lado de la montaña que tiene el mismo problema que ustedes
tienen. Pero ellos tienen un canal desde hace ya veinte años."
"Efectivamente",
dijo el granjero, "pero a ellos no se les dan bien los números."
¿
SABEN DE LO QUE LES VOY A HABLAR?
Esta historia comienza
cuando Nasrudin llega a un pequeño pueblo en algún lugar lejano de Medio
Oriente.
Era la primera vez que
estaba en ese pueblo y una multitud se había reunido en un auditorio para
escucharlo. Nasrudin, que en verdad no sabia que decir, porque él sabía que nada sabía, se propuso improvisar
algo y así intentar salir del atolladero en el que se encontraba.
Entró muy seguro y se
paró frente a la gente. Abrió las manos y dijo:
-Supongo que si ustedes están aquí, ya sabrán
que es lo que yo tengo para decirles.
La gente dijo:
-No... ¿Qué es lo que
tienes para decirnos? No lo sabemos ¡Háblanos! ¡Queremos escucharte!
Nasrudin contestó:
-Si ustedes vinieron hasta aquí sin saber que es
lo que yo vengo a decirles, entonces no están preparados para escucharlo.
Dicho esto, se levantó y se fue.
La gente se quedó
sorprendida. Todos habían venido esa mañana para escucharlo y el hombre se iba
simplemente diciéndoles eso. Habría sido un fracaso total si no fuera porque
uno de los presentes -nunca falta uno- mientras
Nasrudin se alejaba, dijo en voz alta:
-¡Qué inteligente!
Y como siempre sucede,
cuando uno no entiende nada y otro dice "¡qué
inteligente!", para no sentirse un idiota uno repite: "¡si, claro, qué inteligente!". Y
entonces, todos empezaron a repetir:
-Qué inteligente.
-Qué inteligente.
-Qué inteligente.
Hasta que uno añadió:
-Si, qué inteligente,
pero... qué breve.
Y otro agrego:
-Tiene la brevedad y la síntesis de los sabios.
Porque tiene razón. ¿Cómo nosotros vamos a venir aqui sin siquiera saber qué
venimos a escuchar? Qué estúpidos que hemos sido.
Hemos perdido una oportunidad maravillosa. Qué iluminación,
qué sabiduría. Vamos a pedirle a este hombre que dé una segunda conferencia.
Entonces fueron a ver a
Nasrudin. La gente había quedado tan asombrada con lo que había pasado en la
primera reunión, que algunos habían empezado a decir que el conocimiento de Él era demasiado para reunirlo en
una sola conferencia.
Nasrudin dijo:
-No, es justo al revés, están equivocados. Mi
conocimiento apenas alcanza para una conferencia. Jamás podría dar dos.
La gente dijo:
-¡Qué humilde!
Y cuanto más Nasrudin
insistía en que no tenia nada para decir, con mayor razón la gente insistía en
que querían escucharlo una vez más. Finalmente, después de mucho empeño,
Nasrudin accedió a dar una segunda conferencia.
Al día siguiente, el supuesto iluminado regresó al lugar de reunión, donde
había más gente aún, pues todos sabían del éxito de la conferencia
anterior. Nasrudin se paró frente al público e insistió con su
técnica:
-Supongo que ustedes ya sabrán que he venido a
decirles.
La gente estaba avisada
para cuidarse de no ofender al maestro con la infantil respuesta de la anterior
conferencia; así que todos dijeron:
-Si, claro, por supuesto
lo sabemos. Por eso hemos venido.
Nasrudin bajó la cabeza
y entonces añadió:
-Bueno, si todos ya saben qué es lo que vengo a
decirles, yo no veo la necesidad de repetir.
Se levantó y se volvió a ir.
La gente se quedó
estupefacta; porque aunque ahora habían dicho otra cosa, el resultado había
sido exactamente el mismo. Hasta que alguien, otro alguien,
gritó:
-¡Brillante!
Y cuando todos oyeron
que alguien había dicho "¡brillante!",
el resto comenzó a decir:
-¡Si, claro, este es el complemento de la
sabiduría de la conferencia de ayer!
-Qué maravilloso
-Qué espectacular
-Qué sensacional, qué bárbaro
-Qué espectacular
-Qué sensacional, qué bárbaro
Hasta que alguien dijo:
-Si, pero... mucha
brevedad.
-Es cierto- se quejó otro
-Capacidad de síntesis- justificó un tercero.
-Es cierto- se quejó otro
-Capacidad de síntesis- justificó un tercero.
Y en seguida se oyó:
-Queremos más, queremos escucharlo más. ¡Queremos que este hombre nos de más de su sabiduría!
Entonces, una delegación
de los notables fue a ver a Nasrudin para pedirle que diera una tercera y
definitiva conferencia. Nasrudin dijo que no, que de ninguna manera; que él no
tenia conocimientos para dar tres conferencias y que, además, ya tenia que regresar
a su ciudad de origen.
La gente le imploró, le
suplicó, le pidió una y otra vez; por sus ancestros, por su progenie, por todos
los santos, por lo que fuera. Aquella persistencia lo persuadió y, finalmente,
Nasrudin aceptó temblando dar la tercera y definitiva conferencia.
Por tercera vez se paró
frente al público, que ya eran multitudes, y les dijo:
-Supongo que ustedes ya sabrán de qué les voy a
hablar.
Esta vez, la gente se
había puesto de acuerdo: sólo el intendente del poblado contestaría. El hombre
de primera fila dijo:
-Algunos si y otros no.
En ese momento, un largo
silencio estremeció al auditorio. Todos, incluso los jóvenes, siguieron a
Nasrudin con la mirada.
Entonces el maestro
respondió:
-En ese caso, los que saben... cuéntenles a los
que no saben.
Se levantó y se fue.
http://www.personarte.com/sabendeque.htm
http://www.gnosishoy.com/reflexiones/cuentos.html
NVA
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