Existe una distinción, a veces muy sutil,
entre Emoción y Estado
de Animo.
Consideramos la Emoción como un estado
puntual, reactivo y causado por un
acontecimiento que normalmente precede inmediatamente en el tiempo. Cada vez que experimentamos una interrupción
en el fluir de la vida, se producen
emociones.
Este suceso siempre implica un cambio en nuestro espacio
de posibilidades. Lo que antes creíamos posible, puede no serlo ahora. Cada vez
que juzgamos que nuestro espacio de posibilidades ha cambiado, sea positiva o
negativamente, estamos enfrentando un cambio y lo asociamos a una emoción. Por
el contrario, el estado de ánimo es una emoción que no remite necesariamente a causas específicas y que,
normalmente, no podemos relacionar con acontecimientos
determinados. Los estados de ánimo viven en el trasfondo desde el cual actuamos. Estemos donde estemos y hagamos
lo que hagamos, siempre estamos en un
determinado estado de ánimo, que comúnmente no elegimos ni controlamos. Una vez en él, nos comportamos
dentro de unos parámetros específicos.
Por eso decimos que los estados de ánimo
y las emociones condicionan nuestro actuar,
nos convertimos en nuestros estados de ánimo.
Las diferentes épocas del año, los días
de la semana, diversos momentos de nuestras vidas, la situación atmosférica... Todas estas
circunstancias y muchas otras, tienen la capacidad de teñir nuestro estado de ánimo
personal y condicionarlo. Factores como el
tiempo, la edad, el lugar en el que nos encontramos, el momento del día... intervienen y modifican nuestro estado de
ánimo.
REDISEÑAR EL ESTADO DE ANIMO
Podemos acceder a transformaciones de
nuestro estado de animo a través del lenguaje, de la vibración, y de la conversación
para ello es importante convertirse en
un buen observador de estados de ánimo, es importante desarrollar y refinar la
capacidad para acceder a nuestro mundo emocional y al de las personas que nos
rodean, a través de la observación y de la reflexión. En general, tenemos poco
contacto con nuestro mundo emocional y, en ocasiones, este contacto está
totalmente bloqueado.
Hay que tener en cuenta que somos menos responsables
de nuestro estado de animo que del tiempo que decidimos permanecer anclados en
él. Si reconocemos que no somos productores de nuestros estados de ánimo, sino
que son éstos los que nos producen a
nosotros, podremos intervenir más fácilmente y de forma más liviana en nuestros estados de ánimo.
Tendemos a encontrar correctos nuestros
estados de ánimo y podemos dar infinitas razones del enorme sentido que tiene
el estar en ellos. Es importante recordar que a menudo el estado de ánimo no se
produjo por lo que contamos, sino que fue el estado de ánimo el que produjo lo
que contamos.
Una vez que identificamos el estado de
ánimo, deberíamos buscar los juicios que corresponden a él, y para ello debemos
contestarnos a ciertas preguntas como, Si estoy juzgando al mundo, Sí estoy
juzgando lo que me rodea, Si me estoy juzgando a mi mismo, qué juicios tengo
sobre el futuro etc.
Una vez que hemos identificado nuestro
estado de ánimo como un juicio automático, podemos examinar la estructura lingüística
que subyace a ese juicio, podemos examinar si las afirmaciones que incluye esta
estructura son verdaderas o falsas, si los juicios son fundados o no lo son, si
las declaraciones que contiene son válidas o no, etc.
Si descubrimos que el fundamento de ese estado de
ánimo no es suficiente, estaremos en una mejor posición para cambiarlo. No
debemos permitir que nuestro estado de
ánimo bloquee nuestra acción.
Si nos damos cuenta de que tendemos a ser
recurrentes en ciertos estados de ánimo, podemos también realizar acciones para
anticipar los momentos en que el estado de ánimo va a aparecer nuevamente. Así
podremos construir nuevas acciones alternativas para no entrar en el estado de
ánimo recurrente. Una acción posible es sumergirnos entre personas con las
cuales nuestro estado de ánimo no tiene cabida. (Salir de nuestra zona de
confort) Eso nos ayudará a cambiar, porque los estados de ánimo son contagiosos. Esto también opera en sentido
inverso: si nos rodeamos de personas que
tienen un estado de ánimo negativo, podemos contagiarnos de ellas.
No debemos olvidar la conexión con el
cuerpo. Si cambiamos la postura corporal, practicamos ejercicio, aprendemos a respirar o
a relajarnos, ciertos estados de ánimo desaparecerán. La música es también una
forma efectiva de intervenir a nivel corporal.
EL RESENTIMIENTO COMO ESTADO DE ÁNIMO
El resentimiento es un estado de ánimo
que tiene una conversación subyacente en la cual interpretamos que hemos sido
víctimas de una acción injusta y en la que alguien aparece como culpable por lo
que nos sucede (una persona, un grupo de personas, toda una categoría de
individuos, o incluso la vida misma o el mundo entero). El resentimiento no
para aquí. La persona resentida hace además una declaración: Aquel que cometió
la injusticia, pagará por ello. Aparece así el deseo de venganza como subproducto habitual del resentimiento. El estado de ánimo del resentimiento se
asemeja mucho al de la ira. La principal diferencia reside en que la ira se manifiesta
abiertamente y el resentimiento permanece
escondido. Permanece como una conversación privada. Crece en el silencio y rara vez se manifiesta directamente
o lo hace ante personas que no pueden
hacer nada efectivo para aliviar el estado de ánimo resentido. Por el
contrario, la queja ante terceras
personas suele alimentar el estado de ánimo de resentimiento. El resentimiento surge de la impotencia y a
menudo la reproduce. Una razón para esconder
la ira y dejar que se desarrolle el resentimiento es cuando nos encontramos en una situación precaria de poder. Tenemos
miedo de hacer nuestra reclamación y por
eso la mantenemos oculta. Por eso, en las situaciones de liderazgo en las empresas, pueden surgir muchos casos de
resentimiento por parte de los subordinados.
La persona en resentimiento se ve
afectada por un sufrimiento penetrante y muchas veces casi permanente, que se manifiesta en
múltiples situaciones de su vida. La persona
resentida, además, ve bloqueada su capacidad de actuar, porque se mantiene sumida en una conversación que se
niega a aceptar la pérdida sufrida, se asienta
en el pasado (en lo que ocurrió y lo que debía haber ocurrido) y cierra puertas
al futuro. Decía Nietzsche, que el
resentimiento es un estado de ánimo que
esclaviza a quién lo padece.
EL ESTADO DE ANIMO DE ACEPTACIÓN Y PAZ
Entendemos este estado de ánimo como
diametralmente opuesto al del resentimiento. Exige una expresión de reconciliación. Decimos
estar en paz cuando aceptamos vivir en
armonía con las posibilidades que nos fueron cerradas. Estamos en paz cuando aceptamos las pérdidas que no está en nuestras
manos cambiar. La única manera de superar
el resentimiento es a través de la aceptación y, desde ahí, hay únicamente dos caminos: el perdón o la reclamación.
La resignación es otro estado de ánimo en
el que a veces podemos encontrarnos. La resignación es un estado de ánimo que
tiene la creencia oculta de que nada de lo que se haga puede cambiar una
determinada situación. La persona resignada cree que es realista y tiene
numerosos juicios para fundar su realidad.
De esta manera, la persona resignada está atrapada, no puede hacer nada para cambiar la situación. No ve el futuro
como un espacio en el que la intervención sea posible.
La modificación de la resignación como
estado de ánimo pasa por la revisión de todos los juicios que fundan dicha resignación. La cuestión
es a pasar de un estado de ánimo de resignación a la ambición de lograr el
cambio que desea.
Fuente:
Miriamortiztextosemocionesyestadosdeanimo.
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