domingo, 24 de agosto de 2014

EMOCIONES Y ESTADOS DE ÁNIMO

Existe una distinción, a veces muy sutil, entre Emoción y Estado de Animo.

Consideramos la Emoción como un estado puntual, reactivo y  causado por un acontecimiento que normalmente precede inmediatamente en el  tiempo. Cada vez que experimentamos una interrupción en el fluir de la vida,  se producen emociones.
Este suceso  siempre implica un cambio en nuestro espacio de posibilidades. Lo que antes creíamos posible, puede no serlo ahora. Cada vez que juzgamos que nuestro espacio de posibilidades ha cambiado, sea positiva o negativamente, estamos enfrentando un cambio y lo asociamos a una emoción. Por el contrario, el estado de ánimo es una emoción que no remite necesariamente a causas específicas y que, normalmente, no podemos relacionar con acontecimientos determinados. Los estados de ánimo viven en el trasfondo desde el  cual actuamos. Estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos, siempre  estamos en un determinado estado de ánimo, que comúnmente no elegimos ni  controlamos. Una vez en él, nos comportamos dentro de unos parámetros específicos.


Por eso decimos que los estados de ánimo y las emociones condicionan nuestro  actuar, nos convertimos en nuestros estados de ánimo.
Las diferentes épocas del año, los días de la semana, diversos momentos de nuestras  vidas, la situación atmosférica... Todas estas circunstancias y muchas otras, tienen la  capacidad de teñir nuestro estado de ánimo personal y condicionarlo. Factores como  el tiempo, la edad, el lugar en el que nos encontramos, el momento del día...  intervienen y modifican nuestro estado de ánimo.

REDISEÑAR EL ESTADO DE ANIMO
Podemos acceder a transformaciones de nuestro estado de animo a través del lenguaje, de la vibración, y de la conversación  para ello es importante convertirse en un buen observador de estados de ánimo, es importante desarrollar y refinar la capacidad para acceder a nuestro mundo emocional y al de las personas que nos rodean, a través de la observación y de la reflexión. En general, tenemos poco contacto con nuestro mundo emocional y, en ocasiones, este contacto está totalmente bloqueado.
Hay que tener en cuenta que somos menos responsables de nuestro estado de animo que del tiempo que decidimos permanecer anclados en él. Si reconocemos que no somos productores de nuestros estados de ánimo, sino que son éstos los  que nos producen a nosotros, podremos intervenir más fácilmente y de forma más  liviana en nuestros estados de ánimo.
Tendemos a encontrar correctos nuestros estados de ánimo y podemos dar infinitas razones del enorme sentido que tiene el estar en ellos. Es importante recordar que a menudo el estado de ánimo no se produjo por lo que contamos, sino que fue el estado de ánimo el que produjo lo que contamos.
Una vez que identificamos el estado de ánimo, deberíamos buscar los juicios que corresponden a él, y para ello debemos contestarnos a ciertas preguntas como, Si estoy juzgando al mundo, Sí estoy juzgando lo que me rodea, Si me estoy juzgando a mi mismo, qué juicios tengo sobre el futuro etc.
Una vez que hemos identificado nuestro estado de ánimo como un juicio automático, podemos examinar la estructura lingüística que subyace a ese juicio, podemos examinar si las afirmaciones que incluye esta estructura son verdaderas o falsas, si los juicios son fundados o no lo son, si las declaraciones que contiene son válidas o no, etc.
Si  descubrimos que el fundamento de ese estado de ánimo no es suficiente, estaremos en una mejor posición para cambiarlo. No debemos permitir  que nuestro estado de ánimo bloquee nuestra acción.
Si nos damos cuenta de que tendemos a ser recurrentes en ciertos estados de ánimo, podemos también realizar acciones para anticipar los momentos en que el estado de ánimo va a aparecer nuevamente. Así podremos construir nuevas acciones alternativas para no entrar en el estado de ánimo recurrente. Una acción posible es sumergirnos entre personas con las cuales nuestro estado de ánimo no tiene cabida. (Salir de nuestra zona de confort) Eso nos ayudará a cambiar, porque los estados de ánimo son  contagiosos. Esto también opera en sentido inverso: si nos rodeamos de personas  que tienen un estado de ánimo negativo, podemos contagiarnos de ellas.
No debemos olvidar la conexión con el cuerpo. Si cambiamos la postura corporal,  practicamos ejercicio, aprendemos a respirar o a relajarnos, ciertos estados de ánimo desaparecerán. La música es también una forma efectiva de intervenir a nivel  corporal.

EL RESENTIMIENTO COMO ESTADO DE ÁNIMO
El resentimiento es un estado de ánimo que tiene una conversación subyacente en la cual interpretamos que hemos sido víctimas de una acción injusta y en la que alguien aparece como culpable por lo que nos sucede (una persona, un grupo de personas, toda una categoría de individuos, o incluso la vida misma o el mundo entero). El resentimiento no para aquí. La persona resentida hace además una declaración: Aquel que cometió la injusticia, pagará por ello. Aparece así el deseo de venganza  como subproducto habitual del resentimiento.  El estado de ánimo del resentimiento se asemeja mucho al de la ira. La principal  diferencia reside en que la ira se manifiesta abiertamente y el resentimiento  permanece escondido. Permanece como una conversación privada. Crece en el  silencio y rara vez se manifiesta directamente o lo hace ante personas que no  pueden hacer nada efectivo para aliviar el estado de ánimo resentido. Por el contrario,  la queja ante terceras personas suele alimentar el estado de ánimo de resentimiento.  El resentimiento surge de la impotencia y a menudo la reproduce. Una razón para  esconder la ira y dejar que se desarrolle el resentimiento es cuando nos encontramos  en una situación precaria de poder. Tenemos miedo de hacer nuestra reclamación y  por eso la mantenemos oculta. Por eso, en las situaciones de liderazgo en las  empresas, pueden surgir muchos casos de resentimiento por parte de los  subordinados.
La persona en resentimiento se ve afectada por un sufrimiento penetrante y muchas  veces casi permanente, que se manifiesta en múltiples situaciones de su vida. La  persona resentida, además, ve bloqueada su capacidad de actuar, porque se  mantiene sumida en una conversación que se niega a aceptar la pérdida sufrida, se  asienta en el pasado (en lo que ocurrió y lo que debía haber ocurrido) y cierra puertas  al futuro. Decía Nietzsche, que el resentimiento es un estado  de ánimo que esclaviza a quién lo padece.

EL ESTADO DE ANIMO DE ACEPTACIÓN Y PAZ
 Entendemos este estado de ánimo como diametralmente opuesto al del resentimiento.  Exige una expresión de reconciliación. Decimos estar en paz cuando aceptamos vivir  en armonía con las posibilidades que nos fueron cerradas. Estamos en paz cuando  aceptamos las pérdidas que no está en nuestras manos cambiar. La única manera de  superar el resentimiento es a través de la aceptación y, desde ahí, hay únicamente  dos caminos: el perdón o la reclamación.

LA RESIGNACIÓN COMO ESTADO DE ÁNIMO
 La resignación es otro estado de ánimo en el que a veces podemos encontrarnos. La resignación es un estado de ánimo que tiene la creencia oculta de que nada de lo que se haga puede cambiar una determinada situación. La persona resignada cree que es realista y tiene numerosos juicios para fundar su  realidad. De esta manera, la persona resignada está atrapada, no puede hacer nada  para cambiar la situación. No ve el futuro como un espacio en el que la intervención  sea posible.
La modificación de la resignación como estado de ánimo pasa por la revisión de todos  los juicios que fundan dicha resignación. La cuestión es a pasar de un estado de ánimo de resignación a la ambición de lograr el cambio que  desea.


Fuente: Miriamortiztextosemocionesyestadosdeanimo.

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