El bioquímico y estudioso del funcionamiento cerebral
Joe Dispenza defiende el poder de esta parte del ser humano para reinventarse
cada día. Habla de química, de física, de hábitos, de reprogramación y de una
inteligencia superior que tanto le da denominar divina, espiritual o
subconsciente. Cree en la capacidad de construir y conducir el propio cerebro y
a través de él influir en el cuerpo basándose en su experiencia personal y en
la observación de enfermos con remisiones espontáneas. “Si cada mañana nos
planteáramos cuál es la mejor idea que puedo tener de mí mismo, tendríamos otro
tipo de mundo”
¿Cómo define ese algo?
Esta es una pregunta muy filosófica, porque se trata de
la búsqueda del ser. Pero por el momento es curiosamente la ciencia la que nos
permite explicar que efectivamente tenemos control sobre nuestra mente y
nuestro cerebro, es decir, que no somos un efecto de nuestros procesos
biológicos sino una causa.
Básicamente, más allá de mis estudios sobre las
remisiones espontáneas de enfermedades, lo que intento transmitirle es que nuestros pensamientos provocan reacciones
químicas que nos llevan a la adicción de comportamientos y sensaciones y que cuando
aprendemos cómo se crean esos malos hábitos, no sólo podemos romperlos, sino
también reprogramar y desarrollar nuestro cerebro para que aparezcan en nuestra
vida comportamientos nuevos.
¿Cada vez que pensamos fabricamos sustancias
químicas?
Así es, y estas sustancias a su vez son señales que nos
permiten sentir exactamente cómo estábamos pensando. Así que si tienes un
pensamiento de infelicidad, al cabo de unos segundos te sientes infeliz. El problema es que en el momento en que
empezamos a sentir de la manera en que pensamos, empezamos a pensar de la
manera en que nos sentimos, y eso produce aún más química.
Un círculo
vicioso.
Sí, y así se crea lo que llamamos el estado de ser. La
repetición de estas señales hace que algunos genes estén activados y otros
apagados. Memorizamos este estado como nuestra personalidad, así que la persona
dice: “Soy una persona infeliz, negativa, o llena de culpa”, pero en realidad
lo único que ha hecho es memorizar su continuidad química y definirse como tal.
Nuestro organismo se acostumbra al nivel de sustancias químicas que circulan
por nuestro torrente sanguíneo, rodean nuestras células o inundan nuestro
cerebro. Cualquier perturbación en la composición química constante, regular y
confortable de nuestro cuerpo dará como resultado un malestar.
Estamos enganchados a nuestra química interna.
Sí, haremos prácticamente todo lo que esté en nuestra
mano, tanto consciente como inconscientemente y a partir de lo que sentimos,
para restaurar nuestro equilibrio químico acostumbrado. Es cuando el cuerpo ya
manda sobre la mente.
¿Propone cambiar la química cerebral con nuestro
pensamiento?
Es una parte de mi trabajo, no se trata sólo de cambiar
la química cerebral, también los circuitos cerebrales, el cableado. Si podemos
forzar al cerebro a pensar con otros patrones o secuencias, estamos creando una
nueva mente. El principio de la neurociencia es que si las células neuronales
se activan conjuntamente, se entrelazan creando una conexión más permanente.
Una persona ante una situación, por nueva que sea, recurre a esa conexión, es
decir, repite el mismo pensamiento una y otra vez y da las mismas respuestas,
su cerebro no cambia, vive con la misma mente cada día.
¿Cómo interrumpir el ciclo?
A través del proceso de conocimiento y de la experiencia
podemos cambiar el cerebro. Es buena idea examinar constantemente qué podemos
cambiar dentro de nosotros. Si cada mañana nos planteáramos cuál es la mejor
idea que podemos tener de nosotros mismos, tendríamos otro tipo de mundo.
¿Qué preguntas debemos hacernos para sentir de
otra manera?
La mayoría de las personas cree que las emociones son reales. Las emociones
y los sentimientos son el producto final, el resultado de nuestras experiencias. Si no hay
experiencias nuevas o vividas de otra manera, vivimos siempre en la
actualización de sentimientos pasados. Se trata del mismo proceso químico vez
tras vez. Una pregunta que ayudaría a cambiarnos es: ¿Qué sentimiento tengo
cada día que me sirve de excusa para no cambiar? Si las personas empiezan a
decirse: yo puedo eliminar la culpa, la vergüenza, las sensaciones de no
merecer, de no valer…; si podemos eliminar esos estados emocionales
destructivos, empezamos a liberarnos, porque son estos estados emocionales los
que nos impulsan a comportarnos como animales con grandes almacenes de
recuerdos. ¿Cuál es el mayor ideal de mí mismo? ¿Qué puedo cambiar de mí mismo
para ser mejor persona? ¿A quién en la historia admiro y qué quiero emular?
¿Pero saber quién quieres ser no es suficiente
para cambiar tu cableado?.
No. El conocimiento es lo que precede a la experiencia. Aprender una
información es personalizarla y aplicarla. Debemos modificar nuestro
comportamiento para poder tener una nueva experiencia que a su vez crea nuevas
emociones. El conocimiento es para la mente; la experiencia, para el cuerpo.
Tenemos que enseñar al cuerpo lo que la mente ha entendido intelectualmente. Si
seguimos repitiendo esa experiencia, se archiva en un sistema nuevo en el
cerebro, y eso permite pasar del pensar al hacer, al ser.
El siguiente paso es cambiar hábitos de
comportamiento, tiene que haber acción.
El hábito más grande que tenemos que romper es el de ser
nosotros mismos, porque la neurociencia y la psicología dicen que la
personalidad ya está formada antes de los 35 años, eso significa que tenemos
los circuitos hechos para poder enfrentarnos a cualquier situación
y, por lo tanto, vamos
a pensar, a sentir y actuar de la misma manera el resto de nuestros días. Pero
los últimos estudios muestran que es posible cambiar la personalidad en todas
las etapas de la vida, para eso hay que convertir el hábito inconsciente en
algo consciente, llegar a tener conciencia de esos pensamientos y sentimientos
inconscientes.
¿Eso son 20 años
de psicoanálisis?
Aunque llegues a entender intelectualmente
que tu padre era muy dominante, eso no cambia tu condición. El primer paso siempre
es aprender. Mientras vamos aprendiendo nueva información y empezamos a
pensarla, la contrastamos con nuestras creencias y la analizamos, estamos
cambiando nuestro cableado, construyendo una nueva mente. Una vez esa nueva
mente está establecida, tenemos que empezar a pensar cómo mostrarla, y ahí
entra el cuerpo. Cualquier proceso de cambio requiere el
desaprender y el reaprender
Fuente:
ENTREVISTA A JOE DISPENZA
Joe Dispenza estudió bioquímica en la Universidad Rutgers ,
en Nueva Jersey. Es doctor quiropráctico por la Life University ,
de Atlanta. Ha cursado estudios en neurología, neurofisiología, biología
celular, genética, química cerebral, envejecimiento... Lleva décadas estudiando
la mente humana. Es autor y conferenciante sobre el funcionamiento del cerebro
y sobre su capacidad para aprender. Intervino en el famoso documental ¿¡Y tú
qué sabes!?, (What the bleep do we know?), donde habla de sus teorías sobre la
capacidad del hombre para conseguir la salud física y mental, interviniendo
únicamente en nuestros pensamientos.
En esta entrevista, habla con claridad y sencillez de
algunas de sus teorías.
NVA
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