El equilibrio entre aspiración y realidad es fundamental para que la persona no caiga en frustraciones ni decepciones.
La motivación está muy
ligada a los instintos básicos que garantizan la supervivencia. De forma más o
menos directa, todo lo que mueve a una persona tiene algo que ver con
garantizar los recursos para su alimentación, procreación e integridad. Sin
embargo, el objeto de los deseos trasciende las necesidades físicas, la parte
más animal del ser humano. A mediados del siglo XX, Abraham Maslow elaboró su
teoría sobre la motivación humana que plasmó en una figura, la Pirámide de Maslow. En
ella jerarquizó las fuentes de motivación de las personas: situó como prioridad
principal satisfacer las necesidades básicas del organismo, que una vez
cubiertas darían lugar a la motivación por la protección y seguridad y, con
posterioridad, a la necesidad del amor y la pertenencia a un grupo. Luego se
hallaría el interés por la valoración social y, en último lugar, quedaría la
motivación por sentirse plenamente autorrealizado. Estas motivaciones básicas
podrían explicar la mayor parte de las conductas diarias de una persona que, en
una sociedad en la que no faltan los recursos básicos, se centran sobre todo en
la seguridad que pueden aportar unos ingresos estables, conservar y fomentar
las relaciones sociales para cubrir las necesidades de afecto, pertenencia a un
grupo o familia y, para acabar, la motivación por sentirse valorado por los
demás y sentirse conforme con todo ello.
Ataque o huida
A esta clasificación se
añade un instinto básico que puede determinar la forma de comportarse cuando se
trata de afrontar los problemas, que es la motivación para el ataque o la
huida. Todos los seres vivos y, por tanto, también las personas, cuando se
sienten amenazados por una situación problemática emprenden dos tipos de
conducta: enfrentarse al peligro o escapar para evitar cualquier daño. En la
vida cotidiana, esta dicotomía se muestra de una manera mucho más sutil, ya que
las amenazas no son tan evidentes y se asocian con los problemas que generan
estrés. Para cada problema, la persona decide cuál es la opción que más le
conviene para disminuir su ansiedad: o bien hacerle frente o evitarlo. Aquellas
que se decantan por la evitación son más propensas a sufrir ansiedad o
depresión porque el origen de su motivación es el miedo, por lo que tienden a
huir de los problemas y acaban acumulando demasiados conflictos sin resolver.
¿Conseguir el éxito o
evitar el fracaso?
También se definen dos
perfiles de personas en función de cómo orientan sus motivaciones. O bien se
mueven por conseguir el éxito o bien concentran toda su energía para evitar el
fracaso. En ambos casos pueden ser individuos que cosechen grandes éxitos en la
vida, pero, de la misma forma que la clasificación anterior, los que intentan
evitar el fracaso o error caen con más facilidad en el estrés, ya que el miedo
se convierte en uno de los protagonistas en su vida. Por el contrario, las
personas motivadas por el acierto y con ganas de alcanzar el éxito destilan
menos preocupación y más optimismo. Abundan los síntomas psicológicos que se
vinculan con la desmotivación. La depresión es uno de los principales. Es muy
importante que la persona busque ayuda para recuperar una percepción realista de su situación. Por lo general, la
depresión está relacionada con expectativas poco alcanzables que, en lugar de
motivar a la persona para conseguirlas, agudizan el estrés y la decepción por
no alcanzarlas. Otra de las causas habituales de pérdida de interés se halla en
el establecimiento de objetivos por debajo de las capacidades. Cuando alguien
se acomoda en exceso o, simplemente, se le proponen objetivos poco alentadores,
la motivación puede empezar a escasear pronto.
Motivación intrínseca y
extrínseca
La motivación intrínseca
se evidencia cuando el individuo realiza una actividad por el simple placer de
hacerla, el deseo por conseguir lo que uno se propone y se encuentra así una fuente
de energía para alcanzar el propósito planteado. Tiene que ver con objetivos
personales, como la autosuperación o la sensación de placer. La motivación
extrínseca depende de elementos externos a la persona, se asocia a lo que se
recibe a cambio de una actividad y no a la actividad en sí, como, por ejemplo,
lo que se consigue siguiendo las normas impuestas por una familia, las
obligaciones del trabajo (dinero, moda), de pertenencia a un grupo, etc.
También la personalidad
incide en la motivación. Hay personas que buscan a menudo el afecto, atención y
cariño de los demás, por lo que sus motivaciones principales se encontrarán en
las relaciones sociales. Otro perfil es el relacionado con la admiración, que
aparece en aquellas personas que disfrutan sintiendo reconocimiento. Otras se
mueven por la exigencia en sí mismos y por controlar hasta el más mínimo
detalle, por tanto su motivación es el perfeccionismo. En todos ellos, si no se
obtiene la satisfacción deseada, se abre la puerta a la tristeza y la frustración.
Cuando la motivación
falla
Los recursos para
afrontar la falta de motivación son varios, pero dos de los principales están
relacionados con el adecuado
establecimiento de objetivos y con la tolerancia de la decepción causada por no
alcanzar alguno de ellos.
Para evitar que
aparezca el estrés vinculado a las metas demasiado ambiciosas, conviene
realizar un ejercicio de realismo y evaluar si lo que se está intentando
conseguir es alcanzable. Si se concluye que los objetivos planteados son
excesivos habrá que abandonarlos o postergarlos para conseguirlos más adelante
y centrar las energías en aquello que es alcanzable en poco tiempo. Se cimenta
así la motivación, que se alimenta de sí misma para multiplicarse y prepararse
para nuevos propósitos. Si el objetivo que se persigue no se logra, hay que
plantearse volverlo a intentar o sustituirlo por otro más asequible. Pero las
lamentaciones con sensación de victimismo no ayudarán a recuperar la
motivación. Al contrario, alimentarán la desesperación.
También es importante
que las motivaciones principales sean intrínsecas y que los motivos que nos
mueven sean personales; si no, se corre el riesgo de que lo impuesto desde
fuera entre en conflicto con los intereses individuales y pueda decaer el
estado de ánimo por no atender a las necesidades individuales. Debemos ser
conscientes de que no todo saldrá a la perfección, con lo que se prevendrá la
decepción ante posibles obstáculos.
NVA
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