domingo, 30 de noviembre de 2014

LA LUZ Y EL ESTADO DE ANIMO. EL TRASTORNO AFECTIVO EMOCIONAL

La luz tiene una relación directa con nuestro estado de ánimo. Por eso, en primavera y verano tendemos a estar más animados, y al contrario en los meses de otoño e invierno.


El intrépido explorador del Ártico Frederick Cook participaba en 1898 en una expedición. El 16 de Mayo anotó en su diario: "El invierno y la oscuridad han ido lenta y progresivamente apoderándose de nosotros. No es difícil leer en las caras de mis compañeros su estado de ánimo... La cortina de tinieblas que ha caído sobre el mundo exterior de desolación helada ha descendido también sobre el mundo interior de nuestra alma... Alrededor de la mesa los hombres se sientan tristes y abatidos, perdidos en sueños de melancolía, de los que una y otra vez se despiertan con un rictus de entusiasmo. Por breves momentos alguien intenta rebajar la tensión, Otros se esfuerzan por transpirar optimismo; pero todos los empeños encaminados a infundir alguna esperanza fracasan".


En este párrafo hace una de las escasas referencias vivenciales escritas que se recuerdan al poder que tiene la luz ambiente para moldear nuestros sentimientos. El sentido común conoce ese influjo y por eso muchas personas creen que las depresiones aumentan en los lugares con menos días de sol y que la gente está más alegre en los momentos en los que el cielo se despeja. Pero cuando analizamos este tema, solemos referirnos a los demás. Somos vanidosos y nos gusta creer que nuestros sentimientos tienen causas profundas, que no están determinados por el medio ambiente. Por eso nos cuesta admitir el ascendente que tiene en nuestro estado de ánimo amanecer en un día cubierto o en un día soleado.

La evidencia científica, sin embargo, nos demuestra que la luz influye en el estado de ánimo de todas las personas. Cuando se trabajan con grupos de voluntarios y con estadísticas, el influjo de este factor aumenta y disminuye la media global en muchas cuestiones psicológicas. Sabemos, por ejemplo, que el descenso de horas de luz aumenta las sensaciones de relajación: el sosiego y la calma, pero también la melancolía y la tristeza. Y también hay evidencias de que el aumento de claridad contribuye a la activación, tanto en su sentido positivo (alegría) como negativo (ansiedad). De hecho, la evidencia clínica apoya esta relación entre la luz y la depresión. En los pacientes que sufren esta enfermedad, es característica la tendencia a la fotofobia: encerrarse en cuartos oscuros, cerrar persianas, llevar gafas de sol… La tristeza se esconde en la oscuridad y por eso los humanos hemos creado tanta tecnología para alejar las tinieblas.

Otro tipo de investigaciones que avalan la influencia de este factor son las que estudian el influjo de los cambios de estación en nuestra vida psíquica. El psiquiatra Michael Terman, uno de los pioneros de la cronoterapia, realizó un estudio hace unos años que mostraba que las variaciones lumínicas y de temperatura son decisivas incluso en el medio urbano. En la ciudad de Nueva York, la mitad de las personas analizadas perdía parte de sus energías en otoño y en invierno, el 47% ganaba peso en ese periodo, un 31% dormía más y otro 31% perdía interés en las actividades sociales. Entre los encuestados que declararon cierta disminución de sus energías en determinada época del año, aproximadamente el 50% la refirieron al otoño y al invierno, sólo el 12% se sentía así en verano.

El extremo de vulnerabilidad psicológica a este fenómeno es lo que se ha llamado trastorno afectivo estacional (TAE). Este síndrome, que suele aparecer entre finales de otoño y principios de invierno y que acostumbra a durar hasta la primavera siguiente, se caracteriza por un estado de depresión y letargo. El TAE, que es más habitual en las latitudes altas de los dos hemisferios, parece tener relación con la necesidad de hidratos de carbono en el organismo. Los afectados sufren ataques episódicos de depresión combinados con un ansia de consumir hidratos de carbono. A pesar de que duerman mucho sienten que su sueño no ha sido completamente reparador. Se sienten somnolientos a lo largo del día y por eso notan dificultades para concentrarse. Pero en cuanto llega la primavera, vuelven a recuperar las energías y la creatividad –al mismo tiempo que disminuye su ansia por los hidratos de carbono.

La correlación con los ritmos de luz (y no con las temperaturas ni el calendario laboral) es clara porque en el hemisferio sur los meses más depresivos son los de junio y julio, aunque las personas estén de vacaciones y aunque parezca que a los habitantes de las ciudades les deberían afectar menos los cambios en la naturaleza, la mayor o menor claridad es igualmente decisiva. La razón es precisamente que en el medio urbano no somos conscientes de las necesidades de nuestro cuerpo. Y nuestro estilo de vida aumenta la vulnerabilidad hacia la depresión estacional al recortarse el tiempo que nos hallamos expuestos a la luz.

El psiquiatra Daniel Kripke midió hace unos años la cantidad de tiempo que ancianos sanos de San Diego (una región de clima particularmente favorable) se exponían a la luz solar. El sorprendente resultado es que los hombres no estaban al sol más de setenta y cinco minutos por día y las mujeres, veinte. Evidentemente, el ser humano necesita más exposición lumínica, porque eso fue lo natural para nuestros antepasados. Pero los habitantes de los medios urbanos no son conscientes de tener un déficit en este sentido.

Todas estas investigaciones demuestran que la cantidad de luz influye en nuestras vidas, pero lo hace de una forma inconsciente. Si nos sentimos tristes en un determinado momento vital pensaremos en muchas causas para ese estado de ánimo (problemas de pareja, soledad, asuntos laborales, duelos amorosos, hijos,…) antes de atribuirlo a la época del año, aunque nos encontremos en el momento más oscuro de un invierno especialmente nuboso. La luz va variando de forma muy sutil y es difícil que nos demos cuenta de ese cambio. Quizás las únicas personas que se hacen conscientes de ese influjo son aquellas que experimentan un cambio radical en la luminosidad porque pasan de vivir en un lugar con un nivel de luz determinado a otro completamente diferente.

EL TRASTORNO AFECTIVO ESTACIONAL
El trastorno afectivo estacional (TAE) es una forma de depresión que aparece en la misma época cada año. Típicamente con el TAE, una persona sufre síntomas de depresión a medida que se acerca el invierno y las horas de luz se van reduciendo. Cuando la primavera regresa y los días vuelven a ser más largos, las personas que padecen de TAE experimentan alivio de sus síntomas y su estado de ánimo y nivel de energía se normaliza.

Las causas del TAE
Los expertos creen que en el TAE, de alguna manera la depresión está desencadenada por la respuesta del cerebro a la disminución de la exposición a la luz natural. Nadie entiende completamente cómo ni por qué sucede. Las teorías actuales sobre las causas del TAE se concentran en el papel que podría tener la luz solar en la producción en el cerebro de hormonas clave. Los expertos creen que dos sustancias químicas específicas en el cerebro, melatonina y serotonina, podrían estar involucradas en el TAE. Estas dos hormonas ayudan a regular los ciclos de sueño-alerta, la energía y el estado de ánimo. Los días más cortos y las horas de oscuridad más largas en el otoño y el invierno pueden causar un aumento en los niveles de melatonina y una disminución en los niveles de serotonina, que podrían crear condiciones biológicas para la depresión.

La melatonina está asociada con el sueño. El cuerpo produce esta hormona en mayores cantidades cuando hay oscuridad o cuando los días son más cortos. Este aumento en la producción de melatonina puede hacer que una persona se sienta somnolienta y letárgica. Con la serotonina, sucede lo opuesto - la producción de serotonina aumenta cuando una persona está expuesta a la luz solar, de modo que es probable que los niveles de serotonina sean más bajos durante el invierno, cuando los días son más cortos. Los niveles bajos de serotonina están asociados con depresión, de manera que aumentar la disponibilidad de serotonina ayuda a combatir la depresión.

Síntomas del TAE

Una persona con TAE exhibirá varios cambios particulares en la manera en la que siente y actúa normalmente. Estos cambios ocurren en un patrón estacional predecible. Los síntomas del TAE y los de la depresión son iguales, pero una persona con TAE puede notar algunos o todos los síntomas siguientes:

·              Cambios en el estado de ánimo. La persona puede sentirse triste o irritable la mayoría del tiempo por lo menos durante 2 semanas en una época específica del año. Durante este tiempo, una chica o un chico pueden tener sentimientos de desesperanza o de no valer nada. Como parte del cambio del estado de ánimo que acompaña al TAE, las personas pueden ser autocríticas; demostrar mayor sensibilidad que lo usual a la crítica y llorar o molestarse más a menudo o con más facilidad.
·              Incapacidad para disfrutar. Una persona con TAE puede perder interés en las cosas que disfruta normalmente y sentirse incapaz de disfrutar de las cosas como antes. Las personas con TAE también podrían tener la sensación de no poder completar las tareas tan bien como antes y sentirse insatisfechos o culpables. Una persona con TAE podría perder interés en los amigos y dejar de participar en actividades sociales.
·              Poca energía. El cansancio inusual o la fatiga sin razón aparente son también parte del TAE y pueden hacer que las personas se sientan con poca energía.
·              Cambios en el sueño. La persona podría dormir mucho más de lo usual. Dormir demasiado puede hacer difícil para un estudiante con TAE levantarse y alistarse para la escuela en las mañanas.
·              Cambios en la alimentación. Los cambios en la alimentación y el apetito relacionados con el TAE pueden incluir ganas de consumir carbohidratos simples (como alimentos reconfortantes y azucarados) y la tendencia a comer de más. Este cambio en la alimentación podría resultar en aumento de peso durante los meses de invierno.
·              Dificultad para concentrarse. El TAE puede afectar la concentración e interferir con el rendimiento escolar y las notas. El estudiante podría tener más dificultad que lo usual para completar los deberes a tiempo o podría carecer de la motivación usual. Una persona con TAE podría notar que sus notas bajan, y los maestros podrían opinar que el estudiante parecería estar menos motivado o que se está esforzando menos en la escuela.
·              Disminución de las actividades sociales. Las personas con TAE pueden pasar menos tiempo con los amigos, en actividades sociales, o en actividades extracurriculares.

Los problemas causados por el TAE, como las notas más bajas que lo usual o menos energía para socializar con amigos, pueden afectar la autoestima y hacer que una persona se sienta frustrada, aislada y solitaria - especialmente si no se da cuenta de qué es lo que está causando los cambios en la energía, el estado de ánimo y la motivación.
Como otras formas de depresión, los síntomas del TAE pueden ser leves, graves, o de grado intermedio. Los síntomas más leves interfieren menos con la capacidad de la persona de participar en las actividades cotidianas, pero los más graves pueden interferir mucho más. El patrón estacional del TAE - el hecho de que los síntomas ocurren sólo durante unos pocos meses cada invierno (durante por lo menos 2 años seguidos) pero no durante las otras estaciones - es lo que lo distingue de las otras formas de depresión.

Pacientes de TAE

El TAE puede afectar a adultos, adolescentes y niños. Se calcula que aproximadamente 6 de cada 100 personas (6%) tienen TAE. La prevalencia del TAE varía de una región a otra. Un estudio llevado a cabo en los Estados Unidos reveló que las tasas de TAE fueron siete veces mayores entre las personas en New Hampshire que en Florida, lo que sugiere que cuanto más lejos de la línea ecuatorial vive una persona, más probable es que desarrolle TAE. Curiosamente, cuando las personas con TAE viajan a áreas de menor latitud durante el invierno (las personas que viven más al sur del ecuador tienen luz solar durante más horas del día durante los meses de invierno), no padecen de sus síntomas estacionales. Esto respalda la teoría de que el TAE está relacionado a la exposición a la luz solar.

La mayoría de las personas no sufre de depresión estacional, incluso si vive en áreas en las que los días son más cortos durante los meses de invierno. Los expertos no comprenden completamente por qué ciertas personas tienen más probabilidad de padecer TAE. Puede ser que algunas personas sean más sensibles que otras a las variaciones de luz y, por lo tanto, pueden experimentar cambios más dramáticos en la producción hormonal que depende de su exposición a la luz.

Como otras formas de depresión, las mujeres tienen una probabilidad cuatro veces mayor de desarrollar TAE que los hombres, lo mismo que las personas con parientes que han experimentado depresión. Además, la biología, la química cerebral, los antecedentes familiares, el medio ambiente y las experiencias de vida individuales pueden hacer que ciertas personas tengan más propensión a desarrollar TAE y otras formas de depresión. Los investigadores continúan investigando las causas del TAE y por qué ciertas personas tienen más probabilidad que otras de padecerlo.

Diagnostico y tratamiento  del TAE

Los médicos y profesionales de la salud mental diagnostican TAE después de una evaluación cuidadosa. También es importante hacerse un examen médico para asegurarse que los síntomas no se deban a una afección médica que necesite tratamiento. El cansancio, la fatiga y la falta de energía podrían ser señales de otra afección médica como por ejemplo hipotiroidismo, hipoglucemia, o mononucleosis. Hay otros trastornos médicos que pueden causar cambios en el apetito, el sueño o la fatiga excesiva. Cuando se determina que una persona padece de TAE, los médicos podrían recomendar alguno de los siguientes tratamientos:

1. Mayor exposición a la luz. Ya que los síntomas de TAE son desencadenados por falta de exposición a la luz y tienden a desaparecer por sí solos cuando aumenta la luz disponible, el tratamiento para el TAE a menudo involucra una mayor exposición a la luz durante los meses de invierno. Para una persona que tiene síntomas leves, podría ser suficiente pasar más tiempo al aire libre durante las horas de luz natural, tal vez haciendo ejercicio al aire libre o dando una caminata diaria. Las bombillas de luz de espectro completo (luz natural) que se pueden usar en lámparas regulares pueden ayudar a traer un poco más de luz natural a la casa en los meses de invierno y podría ayudar a aliviar los síntomas leves.
2. Terapia de luz (o fitoterapia). Los síntomas más severos del TAE se pueden tratar con terapia de luz (también llamada fitoterapia). La terapia de luz incluye el uso de una luz especial que simula la luz de día. Se coloca una caja o panel de luz especial sobre una mesa o escritorio y la persona se sienta delante de la luz durante un periodo corto de tiempo todos los días (más o menos 45 minutos al día, usualmente en la mañana). La persona debe mirar de reojo hacia la luz ocasionalmente y no de frente durante períodos largos (para que la luz actúe, tiene que ser absorbida a través de la retina). Los síntomas tienden a mejorar en unos pocos días en algunos casos o en unas pocas semanas en otros. Generalmente, los médicos recomiendan utilizar la terapia de luz hasta que la luz natural exterior sea suficiente. Como en el caso de cualquier tratamiento médico, la terapia de luz debe ser utilizada bajo la supervisión de un médico. Las personas con otro tipo de trastorno depresivo, piel sensible a la luz, o condiciones médicas que hagan que los ojos sean vulnerables al daño causado por la luz, deben usar la terapia de luz con cautela. Las luces que se utilizan para la fototerapia para el TAE deben filtrar y eliminar los rayos ultravioleta dañinos. No se deben utilizar camas o cabinas para bronceado para aliviar los síntomas del TAE. Algunos efectos secundarios leves de la fototerapia podrían incluir dolor de cabeza o fatiga visual.
3. Terapia de conversación. Para el tratamiento del TAE también se utiliza la terapia de conversación (psicoterapia). La terapia de conversación se concentra en examinar los pensamientos y sentimientos negativos asociados con la depresión y ayuda a aliviar la sensación de aislamiento o soledad que sienten a menudo las personas con depresión. El apoyo y la guía de un terapeuta profesional pueden ser beneficiosos para una persona con TAE. La terapia de conversación también puede ayudar a la persona que padece de TAE a informarse sobre su condición y a entenderla mejor así como a aprender qué hacer para prevenir o minimizar las ocurrencias de depresión estacional.
4. Medicamentos. Los médicos también podrían recetar medicamentos para adolescentes con TAE. Los medicamentos antidepresivos ayudan a regular el equilibrio de serotonina y otros neurotransmisores en el cerebro, que afectan el estado de ánimo y la energía. Los medicamentos deben ser recetados y controlados por un médico. Si tu médico receta medicamentos para el TAE u otra forma de depresión, asegúrate de comunicarle si estás tomando alguna otra medicación o remedios, incluyendo medicamentos de venta sin receta o medicamentos a base de hierbas. Éstos podrían interferir con los medicamentos recetados.

 

Cómo enfrentarse al TAE

Cuando se presentan los síntomas del TAE por primera vez, pueden resultar confusos tanto para la persona con TAE como para familiares y amigos. Algunos padres o maestros podrían pensar equivocadamente que los adolescentes con TAE están aflojando el ritmo de trabajo o que no se están esforzando. Si piensa que tienes algunos de los síntomas del TAE, habla con tus padres, consejero u otro adulto de confianza sobre lo que estás sintiendo.
Si te han diagnosticado TAE, hay varias cosas que puedes hacer para ayudar:
·                     Sigue las recomendaciones del tratamiento médico.
·                     Aprende todo lo que puedas sobre el TAE y explica el trastorno a otros para que puedan ayudarte.
·                     Haz bastante ejercicio, especialmente al aire libre. El ejercicio puede mejorar el estado de ánimo.
·                     Pasa tiempo con amigos y seres queridos que comprenden lo que te está sucediendo - ellos pueden ayudarte brindándote el contacto personal y una sensación de conexión.
·                     Sé paciente. No esperes que los síntomas desaparezcan inmediatamente.
·                     Solicita ayuda con la tarea para el hogar y otros deberes si la necesitas. Si sientes que no puedes concentrarte, recuerda que es parte del trastorno y que las cosas mejorarán. Habla con tus maestros y prepara un plan para completar tus deberes.
·                     Aliméntate bien. Podría ser difícil, pero evitar los carbohidratos simples y las meriendas azucaradas y mantener una dieta que incluya abundantes cereales integrales, verduras y frutas pueden ayudarte a largo plazo.
·                     Establece una rutina de sueño. Si te acuestas todos los días a la misma hora podrás aprovechar los beneficios para la salud mental que proporciona la luz natural.
Toda forma de depresión puede ser grave. Si piensas que tienes síntomas de cualquier tipo de depresión, habla con alguien que pueda ayudarte a obtener tratamiento.

 

El interruptor de la felicidad

A medida que se iba haciendo consciente de la influencia psicológica de la luz, el ser humano ha intentado inventar métodos artificiales para controlarla. La luz eléctrica, por ejemplo, ha servido para alejarnos del miedo a las tinieblas nocturnas. Pero también tiene inconvenientes: una reciente investigación de la facultad de Medicina de Harvard recordaba, por ejemplo, que dormir con la luz encendida puede ser un hábito insano. Según estos científicos, exponerse a la luz eléctrica antes de ir a dormir tiene un importante efecto supresor sobre los niveles de melatonina –la hormona que nos induce el sueño–, lo que disminuye la calidad del sueño y la habilidad para regular la temperatura. A pesar de estos problemas, los intentos de aprender a controlar los efectos psicológicos de este elemento prosiguen: un informe emitido en el 2005 por la Asociación Americana de Psiquiatría, publicado en el American Journal of Psychiatry, mostraba resultados esperanzadores sobre la eficacia de la luminoterapia a la hora de aliviar la depresión. De hecho, en los países nórdicos y en EE.UU. empieza a ser un tratamiento complementario muy extendido. Y una investigación conjunta de las universidades de Illinois (EE.UU.) y Sungkyunkwan (Corea del sur) afirmaba este año haber dado con la "luz de la felicidad": un estímulo luminoso que activa un led introducido previamente consigue que el cerebro de los ratones libere dopamina.



Fuente: D'Arcy Lyness, PhD  y  Luis Muiño

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