jueves, 25 de septiembre de 2014

¿POR QUÉ LOS NIÑOS SON EGOÍSTAS?

Por naturaleza, los seres humanos somos egoístas. Los científicos dicen que desde tiempos remotos, nacemos con el gen del egoísmo para poder autoprotegernos y sobrevivir en un mundo tan competitivo.
Por eso, como padres debemos saber que los chicos no son generosos desde que salen del vientre; el don del altruismo se va aprendiendo con el tiempo y tiene que ver, no sólo con lo que enseña al niño cada familia sino también, con lo que los hijos absorben en su propio entorno. Esto quiere decir que por más que les repitamos una y otra vez que deben compartir con sus padres, si no lo demostramos con el ejemplo es muy probable que terminen por aprender lo contrario.

Es verdad que todos tenemos ciertos rasgos egoístas que varían y están relacionados con nuestra historia de vida. Algunos son celosos de sus afectos, otros escatiman algún objeto que tiene una carga afectiva, hay personas para las que el dinero es sagrado… En fin, cada individuo tiene su costado sórdido pero nadie desea que esa se vuelva una característica predominante y menos en nuestros hijos. ¿Cómo trasmitirles, entonces, lo bueno que es dar?
Para entenderlos un poco:
A partir de los 18 meses, los niños comienzan a sentir que pueden apoderarse de cada cosa que los rodea, por eso todo comienza a ser “suyo”. El famoso psicólogo suizo Jean Piaget denominaba este período del desarrollo del niño como “etapa del egocentrismo infantil”, porque el único punto de vista que tiene es a partir de sí mismo. No hay que preocuparse, ya que se trata de un momento pasajero que dura hasta alrededor de los 4 o 5 años. Más tarde, empiezan a desarrollar habilidades sociales y comprenden que compartir es una buena acción que termina por beneficiarlos también a ellos. De todas maneras, como padres debemos guiarlos desde la etapa más temprana para que se vayan acostumbrando de a poco. Aqui te contamos algunos consejos:
- Sumar en vez de restar: puedes decirle al niño que cuando comparte tiene más posibilidades de enriquecerse. Por ejemplo, “Si le prestas el coche a Juan, él te dará el suyo y tendrán dos coches. Además, podrán jugar juntos y eso será más divertido”.
-Cada cual a su turno: si tienen un solo objeto para dos o más niños es bueno organizarlos, explicándoles que pueden tenerlo un ratito cada uno para que nadie se pierda la posibilidad de jugar.
-Divertirse entre todos: es bueno que los chicos jueguen solos, pero también es conveniente que los incentivemos a estar en grupo. Cuanto antes puedan socializar, ya sea en el jardín o en alguna actividad extra escolar, se acostumbrarán más rápido a las normas. También es bueno que inviten algunos amiguitos a su casa donde tengan la posibilidad de compartir los chiches.
-Cuenta cuentos: existen muchos cuentos relacionados al tema que les encantará escuchar.
-Alentarlos: felicítalos cada vez que surge una actitud generosa por iniciativa propia.
-Distinguir: entre qué cosas son suyas, cuáles no y cuáles son para todos. A veces los chicos se preocupan porque piensan que prestar es lo mismo que regalar. Por eso, es bueno explicarles que, aquello que prestaron luego volverá a ser suyo.
-No castigarlos si no quieren prestar: lo mejor es tratar de que reflexionen con los adultos los beneficios de ser generoso.
-Enséñales a regalar: incentívalos a dar aquellos objetos que ya no usan para que otros niños puedan aprovecharlos.
-El mandón: no promuevas su conducta déspota. Explícale lo tristes o enojados que se sienten los demás cuando él actúa de esa manera.
-Demuéstralo: como decimos siempre, lo mejor es enseñar con el ejemplo. Debemos pensar si nuestras actitudes frente a los demás son las que queremos que los niños imiten algún día.
De todas maneras, hay que saber que las cosas no se aprenden de la noche a la mañana. Es un largo proceso en el que habrá avances y retrocesos, pero puedes estar segura de que si has hecho un trabajo conciente algún día dará sus frutos.


NVA

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